Resulta toda una sorpresa el salto a la actualidad de Jeff Martin, frontman de Racer X y ex batería de Badlands, a través de su opera prima titulada The Fool, una grabación en la que se ha rodeado de algunos brillantes y conocidos guitarristas que aportan diversidad, amagos de improvisación, además de altas dosis de ingenio y virtuosismo.
Ahí es nada, Paul Gilbert, Russ Parrish, Michael Schenker, Dan Corona y James Jones, quien también se encarga del bajo. Y como complemento, una sección de cuerda formada por Kimberley Knutsen (violín), Em Mimier (Cello) y Emily Zimmer (violín)
Jeff, demuestra una pericia compositiva repleta de recursos y una consistente capacidad para crear atmósferas imaginativas de provocador efecto. Obviamente, la batería juega un importante protagonismo, sin embargo, siempre esta canalizada en su justa medida, sin opacar el conjunto general de las composiciones. Su voz también muestra una versátil modulación, unas veces de contenido dramático; otras, forzando los tonos agudos hasta registros extremos.
El álbum contiene texturas de todo tipo y cambios de ritmo surrealistas que aparentan improvisación, con un sólido y brillante trabajo de guitarras transgresoras que aportan solos desequilibrantes como los casos de Till The Sun Burns Down o Eat My Money, aunque su presencia en el resto de cortes es, asimismo, tan notable como imprescindible.
Autentico catalizador de emociones, The Fool contiene una encomiable riqueza de matices, expuestos a través de un alto nivel de expresividad, con momentos decantados hacia la experimentación y una personalidad marcada por una perspectiva totalmente distinta, de difícil catalogación. Esto es rock procedente de diversas fuentes y fruto de una inspiración mágica que puede adoptar formas inesperadas y sorprendentes como la percusión tribal de Dance Of The Dead; los ritmos extravagantes al estilo jam sesion, de 151 Idiots; el bajo a lo Iron Maiden, en Climb The Cross; la emotiva y particular versión de I Am The Walrus, de The Beatles; o el enfoque progresivo que roza las fronteras del jazz-rock en The Art Of Thunder, con homenaje a Led Zeppelín incluido.
Brillante, sólida, inusual, compleja, novedosa y arriesgada, son adjetivos que encajan de lleno en una grabación que no ofrece concesiones a la mediocridad y destila originalidad por todos sus poros.