Jorge (voz), Mario (guitarra), Manuel (bajo), López (guitarra) y Ezequiel (batería). Esos son los nombres de cinco individuos que han conseguido perder la virginidad, aunque sólo sea en forma discográfica. Y, tras comprobar la fuerza y energía que derrocha el debut de este quinteto alicantino, se puede llegar a afirmar que tenían muchas ganas de abandonar esa condición. Al parecer, ya llevaban un tiempo intentándolo con un proyecto anterior. Se hacían llamar Dusk y cantaban en inglés, pero, tras cinco años, decidieron cambiar de imagen e idioma. Ahora ya tienen en su memoria la “Primera vez”.

Virgen es una interesante propuesta de hardrock melódico. No es extraño que sus miembros coincidan en señalar a bandas como Refused, The Unfinished Sympathy o Berri Txarrak entre sus grupos preferidos. Además, la producción del álbum ha sido realizada por Pablo Iglesias, un sello de garantía en la mesa de mezclas y responsable del sonido contundente que ofrecen bandas como Kannon, Cultura Probase o Liquid Sun.

La velocidad, sin estar reñida con la melodía, es la característica común de los diez cortes del disco. Los cambios de registro en la voz de Jorge, en ocasiones cercana al desgarro, marcan la pareja inicial formada por “Cada vez” y “Cine”. El grupo sabe aprovechar al máximo el uso de dos líneas de guitarra, con la exploración de riffs y variación de ritmos, como en “Grita” y “El mundo de nuestra parte”. Esta última incluye una pasaje final instrumental que aporta un momento de tranquilidad antes del estallido de “El arte de desaparecer”.

El ilusionismo de “Harry Houdini” es la excusa perfecta para reflejar los sentimientos de desasosiego, incomodidad e infelicidad que destilan las letras de casi todas las canciones. Además, se acerca estilísticamente al heavy más clásico, rompiendo la tendencia rítmica dominante en el disco. “Iris” hace que la banda apriete el acelerador al máximo y encuentra como contrapunto el aparente sosiego de “Parar el tiempo”, una historia de amores cibernéticos.

“Revolución” y “La teoría de los cristales rotos” ponen, de nuevo, el listón muy alto, dejándonos la sensación de que todos hubiéramos deseado perder la virginidad dejando tan grato recuerdo y, como no, con ganas de repetir.