Antes de empezar a realizar la crítica de este álbum, se debería hacer un cursillo acelerado de filología de los buenos, para encontrar las palabras adecuadas y poder describir de la mejor forma la música que practica este trío estadounidense formado en 1988 y que agrupa a Kevin Hufnagel (guitarra), Colin Marston (bajo) y Jeff Eber (batería).
Dysrhythmia, dejan de lado cualquier concepto preestablecido en cuanto a parámetros habituales en el rock. En Barriers And Passages, cada músico parece hacer la guerra por su cuenta pero, por alguna química milagrosa, el aparente caos se transforma en empatía disonante, donde cada instrumento, con total libertad de estructuras, aporta su porcentaje de cohesión.
Por situarlos en algún perfil, se puede mencionar a Primus como influencia más o menos cercana, aunque aquí existe mucha más complejidad, tipo King Crimson, otro de los grupos vinculantes a su estilo, así como los olvidados Disarmonic Orchestra y, si apuramos más, algunos puntos convergentes con Voivod.
Todas las composiciones cuentan con guitarras que desgarran el aire con sonidos hirientes y chirriantes, laberínticas líneas de bajo prácticamente imposibles de descifrar y golpes de batería confusos y de pegada anárquica.
Evidentemente, están reñidos con las armonías típicas. Su propuesta se decanta hacia los requiebros transgresores de cadencia despreocupada. La coordinación de todo el entramado de resonancias y contratiempos que se entrecruzan formando retorcidas singladuras sonoras, requiere una elevada técnica y un talento ideológico de alta capacidad.
Son, sin ninguna duda, maestros del lo abstruso, verdaderas autoridades en el metal rock vanguardista y experimental. Sus intrincados ritmos nos sumergen en una apología de lo impredecible. Es, la extravagancia llevada a niveles de surrealismo musical, una dimensión de difícil asimilación, pero de una integridad absoluta.