Le Punk, canallas en defensa del pianista

A finales del año 2000, Alfa (Buenas Noches Rose) y Joe (Malos Pelos) decidieron emprender una nueva aventura musical bajo el nombre de Le Punk. Para ello, abandonaron el proyecto Perros de Paja y probaron, junto a otros amigos, con un cóctel sonoro con ingredientes como el tango, la milonga, el rock'n'roll y el swing. Tras editar su debut en 2003, titulado “La logia canalla”, y el maxi “Dos puñaladas a Gardel y otros tres delitos”, se publica ahora el segundo larga duración de la banda, “No disparen al pianista”.

Los periodistas y músicos Kike Babas y Kike Turrón, amigos y residentes en Madrid, se han encargado de retratar a Le Punk. Entre otras lindezas, han escrito lo siguiente:

¿Le Punk? ¿El nombre es Le Punk? ¿Así escrito? Alfredo S. García, “Alfa”, cantante y guitarrista, alma máter del combo y ex Buenas Noches Rose, nos desvela el misterio: “A los punkies que iban a mi bar y me dejaban fiada la consumición, los apuntaba así en la cuenta, Le Punk”. Quizás el origen esté ahí: en el arte de beber sin tener para pagar, en la maña canalla no como pose sino como forma de ser... y ojo, ellos no hacen punk.

Le Punk transita entre mundos cruzados: de la raigambre roquera a los Balcanes y de ahí a Buenos Aires. Ascendiendo del llanto a la risa, de la polka al tango, de la eléctrica a la mandolina, de la nostalgia al futuro... Dejándose enseñar por la vida. Todo ello queda manifiestamente expuesto en su segundo trabajo, “No disparen al pianista” (Virgin, 2006).

Este segundo disco largo disco llega marcado a fuego por las músicas de la vieja Europa (Kusturikas y Bregovics alzarían sus vasos para brindarlos), engendradas mucho antes de llegar el rock a encorsetarlo todo, Alfredo apostilla “podríamos anotar que es un disco que habla el lenguaje del rock, pero huyendo de ello, evitando lo evidente”. Desde los textos de “No disparen al pianista” se lanzan dardos al alma del hombre, puñetazos a una vida mundana que nos emperramos en complicar; se facturan canciones redondas que hacen chistes sobre lo terrible. Son chansonniers que cambian las orillas del Sena por el lodazal del Manzanares, milongueros castizos impregnados del espíritu del perdedor nostálgico, del tahúr sin as en la manga.

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