Portada original del Slippery, fue censurada por considerarse poco apropiada y un riesgo para algo que debía vender mucho
Están cerca de la celebración de su vigésimo aniversario, y junto al lanzamiento de su último disco, han ido perfilando material para sacar mucho de lo inédito de tantos años de grabaciones. Pero si miran dos décadas atrás para atender a su formación, son unos pocos años menos de ese término cuando podría decirse que Bon Jovi comenzó a existir de verdad tal y como lo conocemos, sacando la gloria de un disco de cifras de ventas inalcanzables, con el que su nombre se reescribió en mayúsculas, dispuesto a pasar a la historia y hacer llegar su música a cualquier rincón del planeta.
Atrás quedaban dos discos eminentemente dirigidos a sus actuaciones en directo, campo de trabajo dónde ganaban verdaderamente su nombre y dinero. Habían sido un grupo laborioso hastiado por los kilómetros, las presiones y una dirección marcada a la que poco podían oponerse. Pero a mediados de los 80, eran varios los grupos que podían alzarse como fenómeno del momento, y ellos decidieron tomar ese papel. Más por boca del hombre que le da nombre, un Jon entusiasta que quería comerse el mundo. Aunque nadie de los que estaban junto a él iba a quedarse atrás.
Muchas fueron las decisiones acertadas. Ayudó su nueva perspectiva (Jon), enunciada por sus palabras "antes sólo escribía canciones desde el punto de vista de un chico de Nueva Jersey que sólo había oído hablar del mundo. Ahora he visto parte del mundo y escribo desde un punto de vista diferente". Aquel chico que había llegado a ocultar su procedencia para evitar la eterna sombra de Bruce Springsteen, que se había alimentado de tonos ajenos y que seguía buscando su sitio, finalmente lo iba a encontrar. Se acercaba el principio del sonido Bon Jovi.
Ayudó contar con la experiencia del fallecido Bruce Fairbairn, una de las grandes leyendas de la producción en cuyo legado dejó una participación en numerosos discos representativos de la época. Acompañado éste por Bob Rock para las mezclas, finalmente consiguieron diferenciar cada elemento dentro de sus canciones, y acompañándolas de tiempo suficiente, composición coordinada de la mano de Jon, Richie (en ese punto habían convertido en un "equipo creador" como afirmó éste último), y la colaboración en varios temas de Desmond Child, tuvieron la cantidad suficiente de cortes para elegir un compendio rompedor.
Con singles de lujo como Livin'On A Prayer y You Give Love a Bad name, tenían asegurada la atención por mucho tiempo. Pero ahí estaba Wanted, la canción que Bob Dylan ha recordado alguna vez diciendo "I love that cowboy song", la rítmica-frenética Wild In The Streets, o esa explosión con la cual todavía deleitan a sus seguidores en algunos conciertos, como es Raise Your Hands. Nunca queda ninguna abajo.
No resulta extraño, tras un ligero repaso, que fuera entonces cuando consiguieran su gran masa de público. Que muchos quedarán anclados en este disco, deseando simplemente más y más. Con él recibieron todos los premios, tocaron el cielo e hicieron tocarlo.
Aunque siempre hubo algo más grande. Escucharlo en directo y ver como este grupo estaba muy por encima de todo.