Entre tu primer disco en solitario, “Las golondrinas, etcétera”, y este “Garabatos” ha pasado ya un tiempo. ¿Has sufrido una concepción, gestación y parto difíciles, no?
No ha sido un disco complicado y la dilación en el tiempo es relativa... han pasado un par de años y eso es lo que suelo tardar en hacer todo el trabajo, componer las canciones y todo lo demás, para editar un nuevo disco. Yo pienso que es un tiempo razonable. Un par de años para once canciones... me gusta tomarme mi tiempo, ir con calma. Además, se da la circunstancia que la discográfica me deja, así que me aprovecho.
Se podría decir que tus letras forman una especie de poemario de significado bastante críptico. ¿De dónde sacas la inspiración para hacer las composiciones?
En las canciones hay un poco de todo. En este disco quizá la mayoría de los temas estén escritos desde la posición de un espectador más o menos privilegiado. Pero eso no quiere decir que sean objetivas porque creo que eso no se puede conseguir nunca. Sin embargo, sí son pequeñas peliculitas que me monto: un tío al que lo echan de un bar; la historia de un hombre que está pescando y al final se va con los peces; las vivencias que se esconden tras una mudanza; los sentimientos de un personaje que va a los entierros porque necesita cariño... Así, se puede decir que hay una mayoría de canciones que están escritas desde ese punto de vista, como si se tratara de un espectador. Y, para completar, hay dos o tres canciones que miran más para adentro. Ha cambiando un poco el porcentaje porque mi costumbre hasta ahora, en casi todos los discos que he grabado, era incluir más canciones de tipo personal y menos historias que ve uno. Quizá por eso ha salido un álbum más luminoso. Porque mira hacia fuera, que es donde está el sol.
Describes “Garabatos” como un disco más majo respecto a tu debut, ¿por qué?
Es una definición que se deriva de esa actitud que tienen las canciones. Los temas son más coloridos, más luminosos y, por tanto, se puede decir que el disco es más majo. Cuando lo dije no se me ocurría otra forma de describir el álbum.
En principio, has mantenido el núcleo de la banda, pero con algunas novedades...
Aparte de Marina tocando el violonchelo, una incorporación que teníamos muy clara Pablo Novoa (el productor) y yo mismo desde que empezamos a trabajar con las canciones, el otro cambio importante es que no está Nacho Mastretta como productor. Y es un hecho importante porque son dos personas con formas de trabajar muy distintas... Nacho es mucho más marciano que Pablo. Bueno, también ha cambiado el bajista. Ahora toca Mac Hernández en sustitución de Pablo Navarro. Pero, básicamente, es lo mismo... grabado en directo porque es como más a gusto estamos.
¿Te has cansado de las sesiones de estudio tradicionales de los últimos veinte años?
La cuestión es que si grabas este tipo de canciones por pistas, las destrozas. Yo estoy muy harto del sistema que se dice tradicional. Pero, realmente, la forma de grabar de toda la vida es hacerlo en directo. Lo lógico, lo más divertido y el modo que ofrece más ventajas es realizarlo así. Además, con la banda que llevo, si los pongo a grabar por pistas es como para colgarme de los pulgares. Este tipo de música, si la sometes a la dictadura de un metrónomo, la matas. Es imposible hacer rock’n’roll con un ordenador. Lo normal, y lo razonable, es juntarte con cuatro colegas a tocar y grabarlo. Si queda bien en el local no tiene porque quedar mal luego en el estudio. Y eso de cantar y tocar a la vez... pues tampoco es para tanto, se lleva muy bien.
De todas formas, ese forma de trabajar te obliga a un trabajo previo más intenso, con ensayos y demás...
Sí, pero es que las cosas hay que ensayarlas. Al final, se trata de disfrutar porque, si no, apaga y vámonos. Nosotros lo pasamos bien en el local, en el estudio y en los directos.. y de eso se trata. Al final, es rock’n’roll. Si estuviéramos haciendo rock sinfónico o un estilo similar sí que habría que plantearse los proyectos de otra manera, pero con la música que hacemos no tiene ningún sentido.