Parece que coincides un poco con las palabras de Bob Dylan sobre las técnicas de grabación actuales. Él dice que en estos últimos veinte años no se ha hecho un disco que suene de forma decente.
Bueno, hay de todo. Yo creo que el señor éste se pasa unos pueblos al decirlo porque no es así. La realidad es que hay discos muy bien hechos por ahí y gente que, ahora mismo, compone música y toca como se hacía treinta años atrás. Lo que pasa es que este señor tendrá sus malos días... como todos.
Aquello que no aclaraba Dylan era si sus discos también estaban dentro del paquete...
Seguro que lo piensa. Cuando ha llegado a ese nivel de queme, seguro que es porque lo ha vivido directamente.
En “Garabatos” no tocas en ningún momento la guitarra eléctrica y te atreves con el italiano. ¿Buscas sorprender a todo tu público?
No es mi intención sorprender, pero quizás era algo inevitable. “Buenanotte fiorellino” es una canción que me gustó mucho cuando la oí por primera vez. Además, introducir una versión en el repertorio es un ejercicio muy oxigenante y sano. Así te pones en otra tesitura y te dejas de tanto ego y tanto yo que, al final, se acaba convirtiendo en algo enfermizo. En el hipotético caso de que el compositor escuche esta versión algún día, independientemente de que le guste o no, espero que vea que está hecha con respeto. Y el hecho de que sea en italiano es totalmente circunstancial. Si hubiera estado escrita en arameo y me hubiera gustado tanto como ésta, la hubiera hecho igual. Aunque también tengo que reconocer que no tengo ni idea de italiano, así que me hacía gracia. En cuanto al tema de la guitarra eléctrica, son las canciones las que mandan y uno tiene que hacerles un poco de caso. Además, si está Pablo con la eléctrica... ya me apaño con la acústica. En algunos temas ni siquiera toco.
¿Se puede decir que Pablo Novoa ya es como de la familia?
Llevamos ya dos años trabajando en formato de dúo, aparte de la banda, y hay entendimiento y amistad. Así que era bastante lógico que Pablo acabara produciendo el disco. Hay que tener en cuenta que tocar como dúo implica muchos kilómetros en el coche. Nos vamos turnando para conducir, yo le voy enseñando las composiciones, él se va familiarizando con los sonidos y me comenta sus puntos de vista...
No sé si es por la batería, pero el disco en general desprende cierto aroma a rhythm & blues o jazz. ¿Compartes esta opinión?
No voy a decir que sea una sensación equivocada, pero creo que nuestra música parte de un concepto mucho menos abierto que el jazz. No dejan de ser canciones con una estructura determinada. Me parece que miramos más a la música de los años 50, pero no precisamente del jazz, sino del rock’n’roll y demás. Es el tipo de sonoridad que pedían las canciones y ese es el sonido que hemos intentado buscar.
Tienes bastantes fechas confirmadas para la gira de presentación e, incluso, algún que otro concierto en teatro. ¿Cómo te sientes al cambiar la típica sala por un espacio con butacas y demás?
La verdad es que a mí no me hace mucha gracia tener al público sentado, así que yo le quitaría las sillas al teatro. La gente no podrá fumar ni hacer otras cosas. Pero, por otra parte, hay que reconocer que suenan muy bien... así que va una cosa por la otra. Además, para ser sincero del todo, si llaman de un teatro y pagan, pues hay que ir.
¿Qué sientes ahora que habéis terminado la gira “Ferpectamente”, que servía para reunir a los primeros miembros de Los Enemigos y celebrar el veinte aniversario de la edición de su primer disco?
Ha sido muy divertido y, aunque sólo hubiera sido por recuperar la amistad que tenía un poco perdida con Artemio, hubiera merecido la pena. Además, hemos sonado bien... casi siempre. En definitiva, ha sido un gusto recordar el repertorio que hacíamos veinte años atrás, con canciones del primer disco y versiones de Chuck Berry, Rufus Thomas, Buddy Holly, etc. Ha sido muy gratificante porque, cuando empezamos, no venía a vernos ni Dios y ahora, de repente, tocar las mismas canciones con gente delante hace que lo pases muy bien. ¡También tenía ganas de pegar un par de guitarrazos!
Por último, hay varios casos de miembros de grupos que abandonan sus formaciones e inician nuevos proyectos en solitario. Por ejemplo, Fito Cabrales. ¿Es la vida de grupo tan difícil de soportar?
Hay que hacerse cargo de que las circunstancias personales cambian. La gente se divorcia, se pelea... es un proceso natural. Llega un momento en el que continuar con una banda deja de tener sentido y es mejor dejarlo. Cuando se acaba la diversión lo mejor es apagar. Un grupo funciona mientras sus miembros asumen sus competencias. Si llega el momento en que esto no sucede y la vida de la formación se transforma en una batalla de egos, la situación se hace insostenible. Es cuando lo llaman democracia, pero, en realidad, son sobornos y chantajes emocionales.