El pasado 24 de noviembre se conmemoró en todo el mundo el décimo aniversario de la muerte de Frederick Bulsara, nuestro Freddie Mercury, vocalista y alma del grupo británico Queen.
He meditado mucho el enfoque que debería darle a este artículo, barajando dos opciones, llamémosles objetiva y subjetiva.
La primera implicaba realizar un viaje que permitiera conocer los orígenes y evolución del grupo, sus influencias, discografía, grandes conciertos, anecdotario... pero entiendo que esta faceta es perfectamente conocida, o cuando no, fácilmente recopilable a través de los numerosos libros y páginas web dedicadas a Queen.
Por ello, me he decantado por el segundo camino, el de querer explicar donde radica el éxito de Queen, la magia que proyecta sobre sus seguidores; no hay que olvidar que recientemente Queen fue elegido por los oyentes de la cadena M80 como el segundo grupo más importante del siglo XX (tras los Beatles).
La fuerza de Queen, a mi entender, radica en dos factores fundamentales: uno interno, su solidez, y otro externo, su heterogeneidad. Su calidad considero que está fuera de toda duda.
Cuando hablo de la solidez interna me estoy refiriendo a que Queen nunca fue un grupo de grandes escándalos, de disputas entre sus integrantes, ello era debido en primer lugar a la formación educacional y cultural de sus miembros (Freddie era hijo de un diplomático inglés; de ahí su nacimiento en la isla de Zanzibar) pero sobre todo era consecuencia del talento natural, de la inmensa personalidad de cada uno de sus componentes. A diferencia de otros grupos monopolizados por alguno de sus miembros, en Queen John Deacon, Roger Taylor, Brian May y Freddie Mercury eran ya genios aisladamente considerados -de ello dan fe las canciones compuestas por cada uno- genios que se respetaban mutuamente y de cuya unión surgió una explosión de creatividad, el universo de Queen, el reino de Rhye que tantas veces hemos imaginado al escuchar sus primeros discos. Sus seguidores no somos más que los súbditos de ese reino. Es cierto que Freddie era, como dije al principio del texto, el alma del grupo (no quise emplear la palabra lider, pues líderes eran los cuatro) pero es que Freddie era sentimiento puro, era esencialmente arte; la música y Freddie eran un todo insperable, una unidad indisoluble.
En cuanto a la heterogeneidad externa, Queen, con su variedad de estilos, su intemporalidad y su mentalidad abierta fue capaz de captar a gente de toda condición personal y social, su único fin era hacer música, música para soñar, para bailar, para amar, para vivir. Nunca hicieron política, cuna de mediocres y trono de trepas, nunca quisieron vender unos miles de discos más a costa de algo que no fuera su obra.
Quizás el lector hubiera preferido el primer enfoque, pero Freddie seguro que no, y esto es un tributo hacia él.
Para terminar, me permitiré la licencia de aconsejaros el disco que refleja la esencia de Queen, su obra maestra, su disco culmen, los queenofilos ya lo tendrán en mente, en efecto: Queen II.
Dios salve a la reina.