Vale. Ya se sabe que Sevilla tiene un color especial. Pero, entonces, Granada debe de tener un sonido particular. Y éste sale del Refugio Antiaéreo, el estudio de Los Planetas, por el cual han pasado intérpretes como Cecilia Ann, Sr. Chinarro o Lori Meyers, entre otros. Luis Arronte es el último artista que ha buscado la protección de sus paredes acolchadas y los consejos del ingeniero Pablo Sánchez (Enrique y Estrella Morente) y el productor Manuel Ferrón (Grupo de Expertos Solynieve). Este cantante y compositor de origen madrileño debuta con “Sólo ida” a través del sello El Ejército Rojo, también en la órbita planetaria.

A pesar de presentarse con su guitarra acústica y su cálida voz, el propio Arronte sabe que “sólo no se puede, con amigos sí”. De esta forma, sus canciones se apoyan en la batería de Pablo González (Notes To Myself, Concorde), el bajo de Miguel Rueda (Concorde), la guitarra eléctrica de Jesús García (Manía Stereo, Psicoactivo) y un buen número de colaboradores. La conjunción de todos estos elementos permite al cantante coger el lápiz para dibujar la vida cotidiana a través de melodías sencillas y sensibles metáforas.

Tras poner todos los instrumentos a punto, “La cuesta de enero” sorprende por su intensidad variable, va y viene como las olas del mar, con su marea alta y también su calma chicha. La electricidad que deja en el ambiente es aprovechada en “El perro de Paulov”, sobre todo gracias al cuarteto de guitarras eléctricas que Florent (Los Planetas) interpreta de forma etérea. “Podría ser peor” es, quizás, la canción más frágil gracias a su instrumentación, más austera. Se trata de un honor que comparte con la final “Destructores”.

“La llamada” y “Ciencia ficción” bordean la frontera que separa al folk y al country. La segunda trota al ritmo de un redoble casi imposible de la batería, mientras la primera se aprovecha del buen hacer de Diego Galaz (La Musgaña) al violín. Este instrumento es también clave en la belleza fantasmagórica de “Los accidentes no existen”. Por su parte, “Alta mar” y “El arte del disimulo” podrían entrar en ese cajón de sastre que la modernidad ha bautizado como el americana.

De momento, se sabe que Luis Arronte compró su billete de ida. Cuando este madrileño decida volver, no cabe ninguna duda de que habrá gente esperando para escucharle... siempre que no decida poner en práctica “El arte de disimulo”.