Algunos grupos de metal extremo se acomodan a unos parámetros con los que se sienten identificados y construyen su carrera dentro del abrupto mundo del underground. Otros, intentan buscar nuevas metas estilísticas, tomando riesgos y evolucionando hacia perfiles algo más asequibles a los oídos, pero igualmente encuadrados dentro de un contexto duro y poderoso.
Ese puede ser el caso de Hatesphere, una banda que arrancó su andadura metálica en el 2001 y en poco tiempo ha convertido las interesantes expectativas que mostró en trabajos como The Killing EP y The Sickness Within en una consistente realidad que lleva por título Serpent Smiles And Killer Eyes, donde el grupo danés marca una continuidad con su pasado pero aporta nuevas bases para construir un futuro consistente.
Y es que, en este álbum,se han desprendido, en parte, del adjetivo extremo, para qedarse solo con la amplitud que abarca una etiqueta como la de metal.
En su trayectoria, siguen absorbiendo influencias de grupos como Exodus y Slayer, en las partes veloces, y de Black Sabbath o Celtic Frost en aspectos candenciosos, pero enmarcados en un contexto más actual, al estilo Mastodon.
El resultado es un trabajo vigoroso, de riffs demoledores que destilan corrosión y envuelven la grabación en un entorno de perfil groove, alterado en esporádicas ocasiones con solos de guitarra que no aparecen hasta el sexto corte, Feeding The Demons.
Jacob Bredahl, sigue mostrando su versatilidad vocal, incursionando en terrenos que van desde el thrash clásico hasta el death e, incluso, el grind, mientras que la sección rítmica igual nos envuelve en una dinámica vitalista, que nos sumerge en un entramado oscuro cuya densidad pordía ser cortada por un cuchillo.
Es, ante todo, un ejercicio de aplastante guitarreo cuya solidez no permite destacar a una canción en concreto, en todo caso, las inquietudes de experimentar se notan en temas como Drinking With The King Of The Dead, con una entrada al estilo de Spagetti Western, con la introducción de algunos interruptus rítmicos como sucede en Forever War, o con la fuerza y el carisma con el que terminan la grabación con Let Them Hate y Absolution.