“El artista antes conocido como Prince debería ser consciente de que podría convertirse en el artista antes disponible en tiendas de discos”. Así reaccionó Paul Quirk, copresidente de la Asociación de Minoristas de Entretenimiento del Reino Unido, cuando conoció la última ocurrencia del genio de Mineápolis: regalar su último álbum con el tabloide británico The Mail on Sunday. A pesar de las críticas de la industria musical, la estrategia, a medio camino entre la operación comercial y la mercadotecnia, convenció a tres millones de lectores-oyentes.
Las relaciones de Prince con las discográficas son una muestra de los cambios acelerados que vive el negocio musical. Sin embargo, en el aspecto artístico, los proyectos más arriesgados del cantante, como The Rainbow Children (2001) o N.E.W.S. (2003), pasaron casi desapercibidos. Acostumbrado a despachar millones de copias de sus trabajos, Prince recuperó su pócima con tintes pop, rock, soul y funk... sin olvidar el glamour. Discos como Musicology (2004) y 3121 (2006) cumplieron sus objetivos: reconquistar la atención del público, ocupar espacio en los medios y rescatar cuota de mercado. Planet Earth sigue este camino y, por tanto, no decepcionará a los seguidores del cantante.
Tras la invocación ecologista que da título al álbum, Prince ataca la electrizante “Guitar”, donde retoma el gusto por el punteo de las cuerdas tal y como hacía veinte años atrás en Purple Rain. El disco se edulcora, quizás rozando el empalago, con las baladas “Somewhere Here on Earth”, que desprende aroma jazzístico, y “Future Baby Mama”, más cercana al llamado neo-soul. Para retomar el pulso nada mejor que el ritmo de “The One U Wanna C”, con un estribillo pegadizo, aunque con una letra de sonrojo (tengo mucho dinero/no quiero gastarlo en mí/me gustan las cosas bonitas/y tú eres preciosa).
“Mr. Goodnight” acerca al cantante al fraseo del hip hop. Su estilo no es agresivo, pues su aproximación se construye a partir del soul. En cambio, sí se desmelena en la funky “Chelsea Rogers”, con un bajo crepitante que retumba en el estómago y la energía del saxo de Maceo Parker. Como conclusión, el intérprete norteamericano retoma el mensaje adoctrinador con un cántico pacifista como “Resolution”.
Con trabajos como este, Prince podrá seguir luciendo limusinas y contratar a españoles bajitos que sirvan vino y Moët en su avión privado (“Mr. Goodnight”). Pero, musicalmente, sus álbumes no serán recordados por ser apuestas innovadoras. Ese es el motivo por el cual puede celebrar 21 conciertos consecutivos en Londres con las entradas agotadas.