La radiolina no será un disco recordado por su carácter innovador. Tampoco nadie sabe si la intención del autor era revolucionar su carrera. Sin embargo, parece como si Manu Chao sólo supiera construir los discos siguiendo un determinado patrón. En su caso, las canciones se suceden sobre un collage de sonidos, efectos y voces que fluyen durante casi una hora. El cantante utiliza esta técnica desde los tiempos de Mano Negra y no es criticable en sí misma. Sin embargo, las dudas sobre el método surgen cuando se oyen letras ya tarareadas y melodías más que conocidas.

A pesar de compartir las formas, el disco se aleja de sus antecesores (Clandestino y Próxima estación... esperanza) por su espíritu y velocidad. Manu pisa el acelerador e imprime más energía a sus composiciones desde el principio (“13 días” y su fotocopia en francés “Besoin de la lune”). Revisita los ritmos del ska frenético (“Rainin in Paradize”), recupera los aromas rumberos (“Me llaman Calle”, canción premiada con un Goya por su aparición en la película “Princesas”) e incluso se atreve a revivir sus inicios como rockero (“The Bleedin Clown” o “Y ahora qué?”).

Durante la emisión, La radiolina y Manu Chao aprovechan la complicidad de los miembros de Radio Bemba, como Madjid Fahem –sus punteos de guitarra también crean escuela-, David Bourguignon y Gambeat. Roy Paci (Aretuska) es otro de los acompañantes habituales de las andanzas del músico francés. En este caso, se ha encargado de los arreglos de viento y destaca en composiciones como “La vida tómbola” y “Mala fama”. Angelo Mancini (Mano Negra y Hechos contra el decoro) devuelve el protagonismo a la trompeta en ese canto con sabor a desierto mejicano titulado “Politic Kills”. Manu sólo comparte el micro en “A cosa”, por donde transita un Tonino Carotone rescatado del arrabal.

El álbum también contiene los mensajes de denuncia que caracterizan la trayectoria del autor. Son esas letras que han llevado a Manu Chao a ser la banda sonora del llamado movimiento antiglobalización. Se trata de un papel que el artista nunca ha buscado y que los medios le han asignado sin consultar al interesado. Las letras de La radiolina critican la política exterior norteamericana y las situaciones de injusticia provocadas por el capitalismo. Y, a pesar de ser argumentos ya conocidos, no dejan de ser necesarios. Más se repiten los mensajes ñoños e intrascendentes de las radiofórmulas y nadie se tira de los pelos.