La prensa musical ha extendido la creencia de que el tercer disco es el más difícil para un grupo. Mientras el primero se basa en la novedad y el segundo sirve para consolidar la propuesta, el tercer álbum debe ofrecer caminos que faciliten la evolución de la banda. Después de escuchar elbicho VII no cabe duda de que esta formación todavía tiene mucho que ofrecer.
Guitarra española y percusión para arropar a Miguel Campello, la voz que narra los sueños de elbicho. Así suena “De vivir”, un inicio en apariencia tranquilo hasta que se desatan la flauta y la trompeta y donde La Carbonera deja las primeras muestras de una colaboración muy acertada. El ritmo levanta el vuelo para desembocar en “De respirar”, un tema que esconde para el final el repique de la percusión de aire africano. Por su parte, “De esconderse” culmina en un éxtasis rumbero que tiene continuidad en “Los rokipankis”, el tema más eléctrico del disco. La canción se convierte, además, en un manifiesto libertario que explica el modo en que los miembros del grupo entienden la vida y la música.
“De imaginar” y “De tu mirar” son ejercicios más íntimos, donde las cuerdas de la guitarra vuelven a abrazar las cuerdas vocales de Miguel Campello y su quejío. El sentimiento se rompe con el ritmo funky que trae “De resaca” y el experimento rumbero y psicodélico de “Condena”. Son más de ocho minutos que se asemejan a un ejercicio de improvisación y donde todos los instrumentos tienen tiempo para el lucimiento. Es éste un viaje musical en cinco etapas y que no está exento de turbulencias. Sin embargo, el aterrizaje es tranquilo gracias a los toques brasileños de “Caminito”. Pero, con “Todas las noches” elbicho recupera ese desgarro vital que recorre gran parte del álbum.
“De perder”, y su pieza introductoria “De la misma manera”, transitan por los caminos de la soledad (“ni llantos ni palabras malas, para olvidarme de tus penas”). Son sensaciones que ni los habitantes “De la ciuda” pueden evitar. La música es vehículo de melancolía, pero también puede transmitir alegría. Así, “Cara dura” retoma la psicodelia y explora nuevos momentos de inspiración y locura. La experimentación culmina con el reggae aflamencado de “Ropa tendía”, donde la extremeña Bebe se vuelve a dejar querer por los micrófonos y los estudios de grabación.