En In Your Honor (2005), Foo Fighters nos sorprendieron con la decisión de editar un doble disco donde los temas eléctricos configuraban una cara y los acústicos la otra. Tal separación de sonoridades les obligó a realizar dos giras, una para presentar los temas eléctricos y otra para los acústicos. Dave Grohl y los suyos decidieron acompañar estos conciertos de una amplia gama de músicos (acordeonistas, violinistas, pianistas...) que debían aportar nuevos matices, texturas y arreglos a sus temas.
La experiencia resultó tan fructífera para la banda que decidió valerse de todo este abanico instrumental para la grabación de su siguiente álbum. Y de esta forma surgió Echoes, Silence, Patience And Grace (2007), sexto disco ya de esta excepcional banda que no deja de sorprendernos en sus constantes esfuerzos por reinventarse a sí misma.
Lo que en su anterior disco se presentaba por separado, en este último se fusiona y aúna para generar unos temas muy trabajados y cuidados tanto en el aspecto sonoro (excelente producción de Gil Norton -Pixies, Jimmy Eat World- que vuelve a colaborar con la banda tras su magnífico trabajo en The Colour And The Shape) como en el compositivo, sobre todo por la amplia gama de matices y arreglos instrumentales que adornan cada canción. El álbum comienza con The Pretender, el single de presentación, uno de los temas más potentes y agresivos, donde Grohl parece recuperar esos gritos punk que caracterizaron la etapa más grungera de la banda. La misma actitud parece mantenerse en Erase/Replace, el tercer corte.
Pero ahí se quedan todas las referencias a la primera etapa de la banda, pues el resto de temas pasan a ser más calmados y reposados (Let It Die, Stranger Things Have Happened, Home), salpicados a veces con explosiones y crescendos eléctricos que llegan a ponernos los pelos de punta, como ocurre con la magnífica But, Honestly o en Come Alive. Atención especial merece el tema Summer´s End, genial de principio a fin, con unos originales toques de guitarra country y un pegadizo estribillo que se te queda grabado en la mente a la primera escucha.
También destaca The Ballad Of The Beaconsfield Miners, canción instrumental que Grohl dedica a dos mineros de Tasmania que quedaron atrapados bajo tierra y pidieron un reproductor con música de Foo Fighters hasta que fueron rescatados dos semanas más tarde. Más allá de lo anecdótico, el tema es una verdadera proeza creativa, con una guitarra acústica explorando diferentes matices y expresividades sonoras que remiten a todo el imaginario del bluesman y de la América profunda. En definitiva, experimentación, creatividad y autorreflexión son las bazas que hacen de este disco una pieza para ser escuchada con tranquilidad y paciencia, disfrutando de cada uno de los planos sonoros y de convergencias de estilos presentes en esta nueva vuelta de tuerca que Foo Fighters han querido dar a su propio sonido y, en general, a todo el panorama musical actual.