Después de casi cuatro años de espera la banda inglesa liderada por Thom Yorke nos presenta su nuevo disco In Rainbows. Rodeado por una gran polémica surgida a raíz de su publicación directa en internet y la decisión de la banda de no pedir un precio fijo por el disco, sino aquel que los compradores quieran ponerle a voluntad, este no tendrá entidad física palpable hasta dos meses después de su lanzamiento en la red, cuando la banda ponga a disposición de aquellos fans que previamente la hayan reservado a través de su página web una caja especial conteniendo el original, un segundo CD con temas nuevos adicionales y fotografías, 2 vinilos con el mismo contenido y libretos originales, todo ello por un precio definido esta vez de 40 libras (magnífica maniobra de marketing la de los chicos de Oxford).
Concebido al parecer como un intento de unificación de sus anteriores lanzamientos, desde Kid A hasta Hail to the Thief (vamos a dejar fuera OK Computer, aunque no desentonaría tampoco en este almagama), In Rainbows, como todo disco de Radiohead que se precie, requiere de una lenta digestión sonora ya que de entrada desconcierta y nos lleva a pensar -como en muchos otros de sus trabajos- que estamos siendo espectadores de otro gran engaño musical dirigido a perpetuar la imagen de banda elitista y snob que se ha forjado este quinteto desde que decidieron apartarse conscientemente de las guitarras.
In Rainbows tiene mucho de Kid A y Amnesiac. Y muy poco. Todo a la vez. Estamos ante algo más alegre; más optimista, tal vez. Lo sentimos en la forma de dibujar las melodías de la voz, en los acordes más claros de las guitarras (en esas voces infantiles, también, que sorprenden a Thom al inicio). La baterías son más acústicas, más reales. Hay más arreglos de cuerda. Las guitarras sobrevuelan casi toda la producción, de manera suave, adornándolo con sus timbres jazzísticos en ocasiones y llegando a la tenue distorsión en determinados momentos, sin olvidar esos arpegiados que ya han pasado a ser marca inconfundible de la banda y que hacen que canciones como 15 Steps (magnífica introducción que nos lleva al trabajo de Yorke en solitario), Weird Fishes o Jigsaw Falling Into Place nos transporten inexorablemente al Knives Out de antaño, conformando la parte más dinámica del disco junto a Reckoner (magníficos arreglos orquestales) y Bodysnatchers (el tema más energético y rápido, en constante ascensión y con unas hirientes guitarras distorsionadas y la locura en aumento de la voz de Yorke que nos harían creer por un momento que volvemos a The Bends, aunque tal vez el mejor símil sea Hail to the Thief).
Nude, All I Need (transportándonos también al Kid A con sus melancólicos acordes sintetizados y delirante bajo, sin lugar a dudas el tema más oscuro del disco), Faust Arp (deliciosa muestra de lo acústicos que pueden llegar a ser con un guitarra y unas cuerdas), House Cards (también con el acompañamiento de la guitarra) y Videotape (con ese piano a lo Pyramid Song y las percusiones más tratadas del disco) componen la parte más relajada, ensoñadora en su totalidad y que nos deja con un suave regusto melancólico pero dulce en los oídos. Esperanzador esta vez. Sí. Esperanzador y extrañamente alegre. Y eso que son Radiohead.