Un un disco como éste, que intenta reflejar más de 30 años de carrera de una banda que muy bien podríamos colocar entre las que más influencia ha ejercido en el siglo veinte (una de las más versioneadas), sin dejar atrás la experimentación hacia terrenos sonoros vírgenes, nunca podremos llegar a encontrar todo aquello que consiga satisfacernos completamente en su escucha. Siempre echaremos en falta alguna canción de este disco o aquel otro que tanto nos hace vibrar con su melodía, y nos preguntaremos qué hace esta canción tan comercial aquí y por qué han puesto esta versión y no la otra. Es inevitable con un grupo con tan larga discografía y tantas etapas musicales -yo sigo creyendo que la única forma genuina de disfrutar de Pink Floyd es escuchando todos sus discos; ninguno tiene desperdicio-.
Pero al final el resultado no ha sido del todo malo. En un par de compactos podemos encontrarnos con auténticas joyas musicales y no llegar a echar en falta demasiado el material olvidado (arderé en el infierno rosa por lo que estoy diciendo).
Es un disco recomendado tanto para veteranos en la escucha del grupo, ya que incluye canciones de los discos más psicodélicos con Syd Barrett (Astronomy domine, Jugband Blues, Bike), como para neonatos que hayan conocido a Pink Floyd ya sin Roger Waters (se incluyen canciones de sus últimos discos como Learning to Fly, Sorrow, Deep Talking). Además, cómo no, todo el repertorio básico que navega entre Dark Side of the Moon (Us and them), Wish You Were Here (Shine on you crazy diamond, wish you were here), Medley (One of these days) y The Wall (The happiest days of our lives).
Si no te has sumergido todavía en el universo Pink Floyd esta es tu oportunidad. Y si ya lo has hecho, es una buena forma de tener lo más conocido de estos monstruos de la música en tan sólo dos compactos.