Hasta hace poco, Marah era uno de aquellos grupos que los buenos aficionados al rock escuchan pensando que es un tesoro que el gran público nunca descubrirá. Sin embargo, la asociación con estrellas de renombre, como Bruce Springsteen o el escritor Nick Hornby, y el buen hacer de la banda, sobre todo en directo, han hecho que la formación de los hermanos Bielanko ya no sea un plato sólo degustado por los paladares más finos. Para el cantante del grupo, David, esta popularidad se tradujo en fiestas, mujeres y alcohol. Según sus palabras, nada mejor que grabar un nuevo disco para salir de esa espiral de destrucción tan típica en el mundo del rock.
El resultado es Angels of Destruction!, un álbum cargado de electricidad y espíritu de redención. Asimismo, el disco presenta algunas novedades respecto al sonido. El cambio más importante es la introducción de líneas de teclado, gracias a la incorporación de Christine Smith, colaboradora habitual de Jesse Malin (por favor, no confundir a la teclista con la voluptuosa Playmate del mismo nombre). La presencia de una sección de vientos en algunas composiciones también ayuda a ampliar los matices y arreglos del proyecto de los Bielanko.
La contundencia, no exenta de dinamismo, marca el inicio del álbum. “Coughing Up Blood” y “Old Time Tickin’ Away” son dos trallazos, quizás las mejores canciones del disco. La primera está acompañada por unos coros cercanos al doo-wop; la segunda gira entorno a unas guitarras agresivas y danzarinas. El miedo tiempo acústico de “Angels On A Passing Train” sirve para encauzar ese río de energía desbocada, con una atmósfera melancólica que se repite en “Blue But Cool”.
Angels of Destruction! destila un sentimiento religioso, quizás buscando la salvación. Sucede en algunas letras –como “Santos de Madera”, que explica una anécdota acaecida en Zaragoza, o “Angels of Destruction!"– y en el tratamiento musical, con referencias al gospel –en los coros de “Jesus In The Temple”. Más terrenales suenan el rock acelerado, con sabor a carretera polvorienta, de “Wild West Love Song” y la todavía más sucia, casi macarra, “Wilderness”.
Marah, una vez más, rescata los elementos tradicionales del rock americano. Es la misma propuesta que hacía en discos mayúsculos como 20.000 Streets Under The Sky (2004) o If You Didn’t Laugh You’d Cry (2005). Pero, a pesar de la repetición, este nuevo álbum vuelve a situar al grupo en el menú de manjares exquisitos.