Dos asesinos. Dos escritores. Y una obra maestra de la literatura del siglo XX que supuso, paradójicamente, el principio del fin para su autor. Son los ingredientes que sazonan esta delicatessen cinematográfica por la que Bennett Miller (director), Dan Futterman (guionista), Philip Seymour Hoffman (actor principal) y Catherine Keener (actriz secundaria) han sido nominados al Oscar.

Mientras Charlie deambulaba por la imponente fábrica de Chocolate, Victor trataba de serenarse ante su inminente boda con Victoria. Atribulado reiterando su discurso, su anillo fue a parar a la fría mano de una novia abandonada en la muerte, lista para reclamar su ceremonia pendiente. Con su voz trémula alejada de la de Willy Wonka, iba a descender a un mundo de los muertos ajeno al surtido de dulces del negocio que regentaba en una dimensión no tan lejana. Al menos teniendo en cuenta que ambos rodajes coincidieron en el tiempo.

Sentemos a David Cronenberg en el diván. Se lo merece por diversos motivos. Para empezar, muy pronto llegará a nuestras carteleras una nueva muestra de su cine enfermizo y fascinante: “Una historia de violencia”. Y, sobre todo, porque es imposible disfrutar un nuevo producto de este director sin plantearse sus filias y fobias psicológicas.

Era 1968 y el cine fantástico vivía un momento cumbre. Películas como “[CURSIVA]2001: Una odisea en el espacio[/CURSIVA]”, “[CURSIVA]La Semilla del Diablo[/CURSIVA]” y “[CURSIVA]El Planeta de los Simios[/CURSIVA]” triunfaban en taquilla y sentaban precedentes. Pero sin que nadie lo advirtiese un pequeño film de ínfimo presupuesto acerca de la entonces poco usada figura del muerto viviente saltó a la palestra adquiriendo rápidamente la consideración de fenómeno de culto. Ahora, 37 años después, George A. Romero vuelve al subgénero que él mismo creo para demostrar que sus muertos siguen mas vivos que nunca.