Hace unos meses, en Londres, una de las leyendas vivas del cine definió este arte como una forma de “jugar con imágenes, formas y colores”. Martin Scorsesse acababa de rodar La Invención de Hugo, una película en la que llevó esta máxima al extremo. A pesar de su nominación al Oscar como mejor película, muchos son los que han calificado La Invención de Hugo como un bonito envoltorio sin nada en su interior. Una serie de fotogramas que juegan con las imágenes, las formas y los colores, pero no con los sentimientos ni con la historia que pretenden contar. Es el último ejemplo del cine plástico, un subgénero en auge.
Difícilmente se puede englobar en un mismo grupo a un puñado de películas que solo tienen en común su belleza estética, pero es que todas ellas han hecho de la belleza su principal (cuando no único) reclamo. El director de Taxi Driver ya había dado muestras de su fuerza visual en películas como Casino o Gangs of New York, pero en ningún caso ésta había sido tan brutal como para empequeñecer la historia. Ahora sí. Los travelings por las calles renderizadas de París, la omnipresente y desproporcionada Torre Eifel y los brillantes colores que saturan cada fotograma de La invención de Hugo arrinconan la (edulcorada y simplista) historia a un segundo plano. Los efectos especiales y el 3D terminan de rematarla. Pero Scorsesse no es el único artesano del cine que se ha rendido a los encantos visuales que ofrece la tecnología actual.
Su compatriota Ridley Scott es conocido en Hollywood como Ridley 'Spot' por su estética, más propia de la publicidad o la MTV que del séptimo arte. Esta preocupación plástica llegó a su apogeo con la olvidable Hannibal y ha seguido haciéndose patente en otras obras menores como Robin Hood. En los próximos meses veremos si su vuelta a los orígenes con la secuela de Alien, Prometheus confirma esta deriva plástica.
Pero hay otros directores que siempre han primado la belleza visual a la historia, y no con malos resultados. James Cameron sustituyó a Ridley Scott dirigiendo a la teniente Ripley en Aliens una producción en la que dejaba claro su gusto megalómano, épico y estético. Cameron ha seguido repitiendo estas premisas bajo el lema de 'más grande aún'. Historias como las de Titanic o Avatar eran un mero pretexto para que Cameron rodara imágenes preciosistas, algo que le ha reportado varios Oscars y buenas criticas.
Otro director de la saga Alien es el mejor representante del cine plástico. Jean Pierre Jeunet sorprendió al mundo con Amelie. A pesar de que el resultado final era más que notable, la historia no era nada revolucionaria. Pero detalles más superficiales como el corte de pelo de su protagonista, la genial música de Yann Tiersen y sobre todo la estética que podríamos definir como 'lomográfica' han sido imitadas y repetidas hasta la saciedad. Han pasado a formar parte de la cultura pop actual por encima de la historia de la buena samaritana francesa, sin desmerecer esta en ningún momento. El gusto por la belleza visual y la calidad no son por tanto excluyentes, hay películas que solo valen la pena por su estética, como sería el caso de La Celda, y otras en las que es un añadido más, como en el caso de la mayoría de las películas de Tim Burton.
Burton tiene una estética propia que a fuerza de repetir ha conseguido estandarizar bajo el apelativo de 'burtoniana'. Las espirales, los ojos grandes, el color negro... Incluso sus peores cintas como la última 'Alicia en el País de las Maravillas' son dignas de ver, y más aún en pantalla grande. En este caso se rompe el paradigma del cine plástico y se unen calidad visual y argumental. Pero ejemplos de lo contrario los hay. Si no me creen, echen un vistazo a la cartelera.