Se esperaba con gran impaciencia el último trabajo de Isabel Coixet tras su exitoso paso por la Berlinale ( lástima el olvido del palmarés). La trayectoria de esta joven directora, aunque corta, resulta cada vez más estimulante dada su probada habilidad para escribir historias localistas que guardan un sentido universal.
Coixet sitúa la acción en Vancouver, donde Ana, casada con 23 años y dos hijas, vive en una caravana en el jardín de su madre. Así pasa su grisácea existencia hasta que un golpe inesperado sacude su apacible realidad: le quedan pocos meses de vida. Tras la demoledora noticia, Ana decide mantenerlo en secreto. En ese momento descubrirá el inesperado placer de vivir.
La localización de la historia nos devuelve el ambiente que se respiraba en la estupenda “Cosas que nunca te dije”(incluyendo las bellas escenas en las lavanderías), salvo que esta vez el final es irremediablemente trágico. Sin embargo, Coixet mantiene los límites del recurso dramático con indudable madurez narrativa, nos desvela unos personajes que resultan tan hondamente sinceros como extrañamente cercanos -Sarah Polley realiza un trabajo soberbio dado el grado de dificultad que entraña el personaje, al igual que todo el elenco ,dando la sensación de que la cámara mantiene una posición casual, que sólo muestra la realidad tal y como la ve -a la vez que encontramos en el excelente guión la cantidad justa de humor(los personajes de Amanda Plummer y María de Medeiros) y de lágrimas.
Así pues, “Mi vida sin mí” se aleja totalmente de los tópicos del género dramático y el resultado permite comprobar la conversión de esta terrible historia en un canto a la esperanza y a las ansias de vivir, la reflexión de lo vivido sin olvidar ningún cabo suelto...en fin una pequeña joya llena de emoción que sabe llegar al corazón del espectador menos sensible.