El cine de terror oriental lleva años manifestándose como uno de los más cruentos y eficaces a la hora de atormentar al espectador. Lejos de quedarse en un simple concepto de susto y sangre, su crudeza y particular composición de escenas le dan un aire diferente que, bien por versiones directas o remakes, está ganándose un lugar propio en la filmoteca occidental.
Recientemente tuvimos en la versión americana de The Ring una buena ocasión para demostrar sus "bondades", y eso preparaba el terreno para otra llegada de miedo visto por ojos rasgados, de la cual ahora trata de beneficiarse The Eye.
Pero no se dejen engañar, ni por el portentoso trailer, verdadera muestra de ritmo y angustia acompañada por varias citas de críticos de todo el mundo que la describen como película aterradora de referencia, ni por la frase inicial de la proyección que nos llama a agarrarnos a la butaca. Pronto pierde la tensión, desaprovechando un inicio y planteamiento que daba para más y que hacen de una chica ciega que recupera la visión tras un transplante de corneas, un nuevo caso de sexto sentido para la comunicación con almas errantes. Aquí incluso ya hay indicios de flaqueza argumental, si se trata de que pueda ver cosas que antes no veía ¿a qué motivo se debe que también las oiga? Pero esta es sólo una muestra más de debilidad a la hora de defender el planteamiento. Incluso en la exposición de parvulario para explicar las causas de su situación, llegan a citarse dos orígenes diferentes según se trata de formar una trama que demasiadas veces parece fruto de la improvisación.
No ayuda tampoco un doblaje incomible, a la altura de las peores ocasiones y que hace que se pierda todavía más la poca credibilidad que lograba este blando cruce de terror y drama. Ni, cómo olvidarlo, algún que otro actor salido de quién sabe que producción amateur que le queda grande incluso una cinta de esta clase.
Tras no conseguir personalidad, se limita a especular con cuando dar un final al suplicio. Habría valido cualquiera de los numerosos fundidos a negro con apariencia de conclusión, pero repentinamente cae en un mero pegote adherido artificialmente, que con un derroche de imagen técnica más propia del cine estadounidense busca a la desesperada configurar una explosión final. Pero a la hora de la verdad, ni importa ni impresiona con su ansia de crear emoción de cierre. Sólo agota.