El moderno mundo del videojuego, no parecía que nos fuera a darnos estos días un producto con los rasgos de Altered Species. Una idea que se refuerza con su naturaleza de adaptación de Xbox 360, y que hace que la sorpresa sea aún mayor por su reincidencia.
Filosofía: sin pies ni cabeza
Si tuviéramos que resumir los fallos de AS en uno sólo, le acusaríamos de una gran insolencia: su terrible devoción por el absurdo. Nada peor para un jugador que enfrentarse al desconcierto de la falta de lógica, a la reiterada demostración de que todo parece hecho para sacarle de quicio. Inicialmente, ese defecto lo demuestra la acumulación de controles innecesaria, mal asignada y que para colmo se desenvuelven torpemente. Una acción para saltar, otra para mantenerse colgando, otra para tumbarse y otra para mantenerse tumbado... la acumulación sigue en una primera fase que más que introductoria nos deja la sensación de estúpida: un simple merodeo subiendo por fachadas con constantes cortes explicatorios que acaba por liquidar la tensión hasta dejarnos una sensación de ridículo cuando nos lleva a la siguiente.
Pero hasta entonces aún se mantiene la fe, todo puede tratarse de un intento de crear ambiente, y todo puede cambiar... Y de hecho lo hace, tras mantenerse igual de irrelevante y hacernos chocar de bruces con el primer no-muerto. Ahí la acumulación de detalles molestos subirá varios enteros para convertirse en un monumento a la incoherencia, con esos enemigos que hay que evitar a toda costa puesto que enfrentarse a ellos equivale a una muerte casi segura, apenas un toque (que se encadena siempre de uno segundo inevitable) y estaremos tomando el aire en el otro barrio... salvo que estemos ante el “jefe-final” (cuya destrucción implica la de todos sus lacayos), entonces es soberanamente... sencillo. Hala pues.
La inteligencia artificial del enemigo daría para un tratado desconcertante, entre lo cómico y lo trágico, donde se recogería cómo tan pronto pasan de nosotros si nos alejamos a tiempo como se lían a dar saltos para atacarnos... y se equivocan de dirección para acabar perdidos en algún punto inasequible del horizonte, hasta que tratamos de abandonar la escena deprimidos y entonces, desde una distancia imposible, se reorientan para cazarnos (quien sabe, igual son excepcionalmente listos a la hora de crear confusión).
Pero lo cierto es que este y otros rasgos (la distribución de armamento, los retos, las entradas y salidas de animación, la recurrencia de los diálogos...) obedecen a un mismo patrón ya definido: la falta de coco. Cierto que sus gráficos podían haber hecho más para exhibirse en la nueva generación, pero con ánimo de juzgar al producto desde su jugabilidad pueden darse por correctos y apreciar la banda sonora cinéfila inquietante en su valiosa aportación. El problema es que hasta la distribución de esta última, su entrada y su salida, improcedentes respecto a la acción, nos devuelve a los mismos problemas.
Todo nos hace pensar que o sus desarrolladores se quedaron muy cortos de tiempo, o verdaderamente faltó algo de coordinación y coherencia dirigiendo su realización (la primera excusa es pobre, habida cuenta de que estos errores vienen de una versión ya existente en Xbox 360). Una lástima, se podía haber logrado bastante más con estos mimbres, el resultado está muy por debajo de los mínimos.