En el mundo de los videojuegos hay una máxima que los más alopécicos del lugar tenemos siempre presente a la hora de evaluar un producto: si un juego es malo los diez primeros minutos o aburre en ese periodo de tiempo, lo mejor es lanzar un tremendo “me abuuuurro” (parafraseando a Homer Simpson) y darlo por perdido. Y es que, señores, podrán darle más oportunidades a ese disco o cartucho, pero la suma de unos y ceros que lleva en su interior seguirá siendo pura ponzoña electrónica.
A los más jóvenes, o a los fans devotos, podrá parecerles un duro juicio para un juego que no ha hecho nada contra nosotros, ni supone una afrenta personal ni nada por el estilo. Lo que ocurre es que ya son muchos años viendo como determinados nombres se reciclan de generación en generación, de cómo las franquicias no evolucionan y, en definitiva, los productos destinados a sacarle el dinero a los fans despistados se estancan en la más profunda de las ciénagas del mundo del sector.
Naruto Ninja Council 2 es un subproducto del subproducto. El enésimo lanzamiento innecesario que el ninja de Masashi Kishimoto no necesitaba ya que, a este paso, al jovencillo rubiales y a sus amigotes le vamos a coger la misma tirria que hace unos años sufrieron las creaciones de Toriyama, cuando todo era Dragon Ball y nula originalidad (aunque, bien pensado, seguimos en esa etapa, por muchos gráficos cel shading que presenten ahora Goku y compañía).
En el mercado japonés es justo reconocer que son cientos las compañías que programan juegos para todas las plataformas. Muchos de ellos jamás salen de la isla y, gracias a los hados, nos quedamos sin sufrir verdaderos bodrios. Sorprende, por tanto, que uno tan condenadamente malo llegue a Europa, y con traducción, sólo porque se trata de una licencia que funciona.
Un desastre de juego de acción
TOMY ha programado un beat-em'up de los de toda la vida con acción en las cuatro direcciones. Un Ninja Gaiden soft (al estilo de los de 8 bits) con diseños de sprites que no son para tirar cohetes. Ni las animaciones ni las músicas corresponden con el siglo XXI y si hubiese salido hace 15 años para las consolas de 16 bits ya hubiese parecido desfasado.
La acción es lenta y los controles, malos. Saltar y propinar un guantazo a un enemigo es un tremendo dolor y, en una propuesta con toques plataformeros como este, tener que hacerlo cada dos por tres asegura un fracaso tras otro.
El avance lineal y la ejecución de los poderes de los ninja deja también mucho que desear. El equipo protagonista lleva hasta tres personajes de un grupo de seis elegibles desde el principio. Poca cosa. Además, su uso se limita a pulsar la pantalla táctil para que ejecuten sus comandos de acción y podemos parar de contar. Alguna vez tendremos que dibujar ataques en la pantalla o soplar al micro y, como entenderán, a estas alturas del partido, esto se presenta prehistórico para lo que puede hacer la DS en cuanto a interacción con el jugador.
Finalmente debemos advertir a los compradores, que alguno habrá incluso después de haber leído esta reseña, que los jefes finales son la cosa más sosa y pesada que podemos echarnos a la cara. Si después de una fase soporífera nos encontramos con un final boss que no se muere ni a cañonazos y que te va a llevar minutos superar ya os podéis imaginar el ánimo con el que se afronta la siguiente misión.