Aceptemos que en la actualidad los jugadores de toda la vida tenemos que conformarnos con pequeñas pinceladas de títulos originales y pocos lanzamientos de enjundia. El mundo del videojuego está copado por los shooters sin alma, los multijugadores masivos hipertrofiados y los casual, que para algo son los que dan dinero a la industria.
Siguiendo la estela de los famosos ‘Touch Generations’ de Nintendo, este ‘Gravity del Profesor Heinz Wolff’ es un trabajo de manufactura rápida, venta en las fechas claves del calendario y veloz olvido. No está pensado ni para el sobrino fanático de los juegos de plataformas ni para la hermana adicta a los Zelda. No. Éste es para engañar a las madres y padres que creen que con una NDS van a enseñar a sumar 2 más 2 a los ceporros de sus hijos. Las cosas como son.
El británico Heinz Wolff, uno de los padres de la bioingeniería y cabeza visible en la Comisión Espacial Europea ha prestado su imagen para este engendro jugable (con ports también para Wii y PC). Usando las leyes de la física se nos plantea jugar con la física y la gravedad en forma de endiablados puzles, cuya curva de aprendizaje se inicia en muy difícil y terminan en imposible, durante 100 asfixiantes fases.
Los retos, desplazar un bola de un punto de la pantalla a otro y usar objetos y las “leyes reales de la física” para lograrlo, perecen sacados de un juego online en flash y la manufacturación del producto que nos ocupa lleva a pensar que han dedicado menos de un día en hacer atractivo el paquete. Un ‘Profesor’ animado en cutre 3D nos guía y da pistas y una soporífera música acompaña a cada reto.
No hay tiempo límite ni restricciones a la hora de probar combinaciones: este cartucho te plantea puzles y te deja el tiempo que quieras para resolverlos. Con sinceridad: este redactor estuvo atascado en uno de ellos varios días y, justo antes de escribir esta reseña, se le apareció la solución ante sus torturadas meninges. Para que vean lo puñetero que es el tema.
Tenemos que ser justos: ‘Gravity’ no es un programa de Nintendo DS, sino un sacacuartos para familiares en apuros que compran regalos el último día. El control de la pantalla táctil es infernal y apenas responde a nuestras indicaciones. Los gráficos parecen sacados de la pesadilla de un diseñador de carteles para supermercado y la música parece haber sido compuesta por el sobrino sedado del tipo que crea los hilos musicales de los ascensores.
No hay nada que invite al usuario medio a acercarse a este subproducto. Ahora bien, las risas que se puede marcar uno viendo la espantosa carátula no tienen precio.