Hay juegos que sientan cátedra, y Knight Lore lo hizo hace mucho tiempo. Algunos creerán que su estilo pertenece sólo al pasado, pero el recuerdo de muchos de sus juegos es intenso, y es que entre sus filas hay grandes joyas de los 80.
El caso español: punto y aparte
La España ochentera, inconsciente del naufragio que le esperaba en las 16 bits, ofrecía regularmente perlas apreciadas allá donde llegaban y que poco o nada tenían que envidiar a otros productos foráneos. Destacadas Dinamic y Topo Soft, Opera Soft venía obteniendo bastantes éxitos con programas como Livingstone Supongo, Cosa Nostra, Goody y Last Mission. Pero un buen día, bajo el influjo de la corriente que nos ocupa, tuvieron la gran idea de meterse de lleno a trabajar en un pretencioso proyecto que combinase las posibilidades de éste estilo, con un toque de mayor aventura gráfica, incorporando así la creatividad hispana que venía manifestándose con verdadera solvencia.
Otra influencia iba a aparecer en escena a la hora de elegir la trama. "El nombre de la rosa", libro escrito por Umberto Eco y versionado exitosamente al cine con el destacado papel protagonista de Sean Connery, fue la base argumental escogida para narrar las aventuras de Guillermo y el joven adzo en La Abadía del Crimen (1988).
Siendo éste último nombre el resultado de infructuosas negociaciones para hacerse con la respectiva licencia, ésta habría dado lugar de concederse a uno de los mejores trasvases del cine al ordenador al consumar el que con razón ha sido uno de los programas más alabados del software español de la primera época, y del grupo de programas que aquí comentamos. El elaborado diseño gráfico de las arquitecturas, la perfecta recreación de cada una de las estancias que dejaba en pañales a cualquiera de los antes citados, y la trama, a la altura de la película y que nos obligaba a vivir de lleno la vida de una abadía con el pleno respeto de sus rituales, hacían de este uno de esos juegos inolvidables para todos quienes lo vivieron y disfrutaron.
Para hacerse una idea del alcance del mismo, a día de hoy, más de 10 años después, se está desarrollando una adaptación-remake de éste programa aportando coloridos deslumbrantes al diseño gráfico de aquel entonces, y despertando el interés de los visitantes de la web que abajo indicamos.
Ni la endiablada dificultad, el estricto modus operandi que imponía y que se acercaba a exigencias neuróticas, o el hecho de hacernos ir con cierta regularidad a misa, eran obstáculos para que este lujoso programa permaneciese inatacable en su condición de número 1. Y es que si bien estas cuestiones lo hacían especialmente problemático, aprovechar los descansos en que teníamos libertad para movernos a nuestras anchas por la abadía, deambulando a hurtadillas en mitad de la noche por impactantes decorados en búsqueda de la clave de tanto asesinato, generaba sensaciones que quizá ni con el mayor de los despliegues gráficos de las tropecientas bits de las máquinas actuales, lleguen a sentirse jamás.
Conclusión
Podríamos sacar paralelismos con programas de éxito más recientes, con la escuela del Alone In The Dark que ha llevado tras de si a la saga de los Resident Evil y que con sus planos evocan recuerdos de otras épocas en que también se enfocaba nuestra diversión desde la esquina de algún techo. Pero en verdad es del todo innecesario, poco sentido tiene buscar una estela de influencias para un fenómeno que hoy día pervive tan sólo en ligeras apariciones en Game boy -máquina ésta llamada a salvaguardar el pasado-, y en la fuerza de nuestro recuerdo, en aquellos momentos vividos en que queríamos hacer lo que fuera necesario para llegar a cruzar esa puerta y así ver que nos ocultaba su umbral, que sincera apuesta por la diversión sin más artificio que la dificultad llamada a incentivar nuestra habilidad, servía de excusa para darnos una imagen más con la cual despedir cada uno de nuestros días al cerrar los ojos por la noche. Y yo sigo viendo caer a ese Batman pseudoparódico por aquellas barras que lo traían de la siempre más triste superficie, iniciando esa aventura en que jamás encontraría a un Robin al que en teoría debía buscar, pero que despreciaría por buscar las absurdas porciones de lo que decían era su Batmovil, y que acabarían por obsesionarnos, por robarnos la razón con la adicción que sólo podíamos distraer esperando quince minutos más de los gruñidos digitales de nuestro cassete, trámite esencial antes de probar otro juego de igual sabor y elaboración artesanal.