Aficionado o no al videojuego, es raro dar con alguien que no haya tenido su época Tetris. Desde su aparición en los 80, pocos fenómenos del sector han tenido tanta repercusión y han calado tanto en gente de tan diferente condición. Su inventor, Alekséi Pázhitnov, quien se había inspirado en un juego de "pentaminós", llegó a fundar una compañía en 1996 a la que llamó muy gráficamente Tetris Company. Las versiones de 8, 16 bits se sucedieron, la coin-op fue en la época de los salones recreativos una presencia intemporal mientras que las que la rodeaban iban cambiando con el paso de los años. Incluso fue determinante en la calurosa acogida de Gameboy, cuando Nintendo tuvo -una vez más- el buen ojo de asegurarse que un cartucho de Tetris acompañaría a la máquina en su lanzamiento.
Y ahora, la Universidad de Oxford desmiente que su adicción pueda resultar nociva, como a la mayoría de sus jugadores en algún momento le habrá inquietado. Más cuando tras horas de partidas reconduciendo piezas, esa función proseguía mentalmente cuando el usuario trataba de conciliar el sueño, obsesionado con una causa sin fin. Al parecer, estas mismas emociones resultan claves para tratar el estrés post-traumático. Tal y como publica el Daily Mail, los voluntarios que jugaron a Tetris (y tras exponerse a "material traumático") olvidaban antes los recuerdos negativos y reducían los flashbacks que les podían resultar angustiosos.
Que escogieran a este videojuego y no otro se debió a que como puzle, su planteamiento de hacer que los jugadores muevan y coloquen juntas piezas de colores, implica un uso de una gran parte del cerebro.
Además de suponer una buena excusa para traer de vuelta al Tetris (si es que alguna vez se fue... en los últimos años hemos disfrutado de una gran versión para DS en Tetris DS), el estudio ayudará a "abrir una nueva vía de investigación de tratamientos preventivos"