Hay sagas de larga tradición que consiguen mantenerse firmes con el paso de los años. Normalmente esto se consigue apostando por la jugabilidad por encima de caducas cuestiones técnicas, rubricando títulos que serán eternamente divertidos y que deberían ser conocidos por todos.
Este es el caso de "los Bubble Bobble".
Introducción
Apareció en 1986, tres años después de un primer intento bajo el nombre de Chack'n Pop en el que todavía no habían entrado en escena los carismáticos Bub y Bob. Fue sin duda un positivo ejercicio práctico, pues con la incursión de ambos dragoncillos se consumaba el origen a una saga que todavía hoy proporciona grandes éxitos, sustentándose en los rasgos marca de la casa que se aplican en cada una de sus distintas variantes.
Aquel primer Bubble Bobble sería versionado a la práctica totalidad de los soportes, con variados resultados que en el mejor de los casos se acercaban a la terrible adicción de la coin-op.
Posteriormente, cuando llegaron sus secuelas bajo los nombres de Rainbow Island, Parasol Star, y algún que otro Bubble Bobble más hasta llegar a los Puzzle Bobble, los éxitos y el nuevo tirón de las conversiones volvieron a repetirse.
Las claves del éxito
El simple argumento de aquella primera aventura, nos retaba a superar las 100 pantallas pobladas por un cómico ejército de variados monstruitos, para así recuperar nuestra apariencia humana y a nuestras sufridas novias de las garras de un pérfido hechicero.
La tarea se complicaba indefinidamente desde el aparentemente sencillo planteamiento, pues un fuerte componente estratégico se escondía sutilmente para que los más experimentados emprendieran con garantías de éxito la complicada gesta. Si podía resultar simple encerrar a los enemigos en las primeras pantallas con las burbujas que manaban de nuestras bocas (éste era nuestro peculiar armamento) para luego explotarlas y así aniquilarlos, hacer que la explosión de todos estos se provocase al tiempo proporcionaba diversos bonus e items de preciado valor. Los caramelos por ejemplo aumentaban nuestra capacidad profiriendo pompas, y las zapatillas de deporte la agilidad de nuestros lindos dragoncillos. Luego destacaban igualmente los paraguas, que nos permitían pasar varias pantallas sin el mínimo esfuerzo, pero que debían reservarse para niveles más complejos ya que en los más asequibles debíamos ocuparnos de salir preparados para el resto de la batalla.
Ni que decir tiene que si la diversión era absoluta, la introducción del modo dos jugadores prometía momentos inolvidables que forjaba amistades eternas con nuestros compañeros de contienda.
Y llegaron las continuaciones
El entrañable estilo presente en Bubble Bobble fue heredado por sus descendientes, y el primero de ellos fue Rainbow Island. Habiendo recuperado la forma humana, Bub y Bob (aunque muchas versiones no admitían dos jugadores simultáneos) cambiaron las pompas por arco-iris como armamento, y la perspectiva del juego pasó a ser la de un plataformas ascendente con enfrentamientos cada tres pantallas con el jefe-bandarra de turno.
Posteriormente, un menos afamado Parasol Star dotaba a nuestros protagonistas (todavía con forma humana) de portentosos paraguas con los que atacar a sus rivales, y realizaba una curiosa mezcla de los dos anteriores programas para conseguir una nueva dosis de desenfrenada acción.
Si bien fue Rainbow Island la secuela oficial, parece que muchos no habían conseguido olvidar el inigualable éxito de la primera parte, y fue así como nuevas secuelas más cercanas al originario Bubble Bobble ofrecían distintos remakes actualizados con gráficos remozados (Bubble Symphony en el 94, y Bubble Memories en el 96).
Pero el nuevo salto a la fama, el que les llevaría de nuevo al éxito de las recreativas de todo el mundo, permitiéndoles así acercarse a un nuevo público que desconocía lo que sendos dragoncillos simbolizaban, se dió en 1993 con Puzzle Bobble (conocido en Japón como Bust a move).
El campo de los "puzzles" había dado grandes momentos de gloria en las coin-op, no en vano uno de los juegos más conocidos de todos los tiempos sigue siendo Tetris, que años atrás había batido records de permanencia convirtiéndose así en un título histórico. Se trata pues de un tipo de juegos en que apartado gráfico, sonoro, trama,etc. pasan a un segundo plano en favor de un relativamente sencillo modus operandi, capaz este de atraer incluso a aquellos que no suelen dedicarle especial atención a los videojuegos. Esta filosofía se implantó en esta "secuela" que poco tenía que ver con los comentados precedentes, ya que la función de los personajes quedaba como anecdótica, una manera de tomar un símbolo de la casa para un juego de por si muy completo.
La simpleza de unir tres bolas de un mismo color para que desapareciesen, y así ir vaciando la pantalla antes de que un techo descendiente nos aplastase, generaba una insospechada atracción a la que se unían todo el repertorio de personajes de Bubble Bobble. Atrapados en el interior de las burbujas, nos encontrabamos a aquellos enemigos con los que nos habíamos enfrentado en aquella primera aventura, y cada 'tipo de' iba introducido en una pompa de distinto color, ofreciendo así el característico estilo entrañable de la saga de soporte para este título que prometía crear escuela. Y no deufraudó: hasta 4 secuelas, con el obvio repertorio de conversiones a consolas y PC, rubricaron un nuevo triunfo de nuestros queridos amigos.
Actualmente, no hay visos de una nueva aventura que vuelva a sorprendernos con un cambio de estilo, pero lo que si está confirmado es que la fiebre de las conversiones no se agota. Rainbow Islands es el siguiente llamado a volver, está vez en Game boy color, y a ello hay que añadir que probablemente la llegada de la nueva portatil de Nintendo traiga consigo al soporte ideal para seguir reviviendo una y otra vez aquellos maravillosos días en que descubrimos al buque insignia de Taito. Y no nos cansaremos de seguir disfrutando con el y sus vástagos.