El daño que la piratería está causando en algunas consolas, considerado un importante lastre en PSP pero también relevante en Nintendo DS, empieza a inquietar a un sector que mira de reojo los estragos que padece la industria de la música, y de forma creciente la del cine.
Si el séptimo arte en estos días afronta la crisis con inquietud por el incremento de descargas ilegales, el top manta y demasiados métodos que anteriormente se habían cebado en la música (y que ahora buscan sacar rendimiento a los Home Cinema en una época en que ahorrar en entradas y palomitas es una prioridad), el videojuego no desconoce esta realidad que lleva padeciendo desde el principio de su historia.
Precisamente el soporte tradicionalmente más libre de esta práctica eran los cartuchos (si bien con Super Nintendo ya existían periféricos de importación que permitían volcar su contenido en diskettes), y en los últimos años hemos asistido a una suerte de normalización por la que Nintendo DS se adquiría por muchos usuarios de forma paralela al sistema de pirateo.
PSP ¿dónde están los compradores de juegos?
Pero si bien la reciente operación policial, previa denuncia de Nintendo, ha ido dirigida a la comercialización de "dispositivos no autorizados de copia y manipulación de la portátil Nintendo DS", la que probabemente esté padeciendo más este mal es la portátil de Sony. No en vano, DS tiene un público extraordinariamente amplio gracias a la habilidad de Nintendo para convertir su consola en un producto para todas las edades. En el caso de PSP, no obstante, los niveles de ventas iniciales fueron lo suficientemente considerables como para que las ventas de software fueran positivas... sin embargo se vendían pocos UMD, las copias ilegales a descargar en Memory Stick se popularizaron demasiado pronto, y los niveles de venta por debajo de los esperado tiraron atrás a muchos desarrolladores, obligados a centrarse en otros soportes, abandonando la PSP en una situación que repercutía a su vez en menos ventas de consolas.
¿Solución real?
La reciente operación policia, en que se han efectuado hata quince registros -Madrid (5), Barcelona (6), Girona (1), Lérida (1), Valencia (1), Alicante (1), Ciudad Real (1) y León (1)-, y que se ha saldado con la incautación de unos 1.150 dispositivos comercializados bajo el nombre “M3 DS Real”, puede ser poco menos que un parche. Desde los cambios en los chips de la Playstation hasta otros sistemas de copia considerados legales al amparo de la normativa de copia privada (no en vano recientemente se incrementaron las cargas al precio de muchos productos por cobrar la copia privada, algo que repercute en una mayor legalidad si cabe), estos utensilios destinados en la práctica a la infracción de los derechos de propiedad intelectual, no han podido ser ilegalizados.
Quizá el problema sea más profundo, y radica en la escasa percepción que se sigue teniendo del daño efectivo que causa la piratería, habida cuenta de que estos usuarios siguen viendo una producción ingente de videojuegos, videojuegos que pueden tener sin necesidad de pasar por caja, y que ante la batalla librada con la SGAE han terminado tomándose el tema como una cuestión ideológica o de rivalidad.
A la hora de cuantificar daños, Nintendo da sus datos: "si los datos publicados por las tres principales páginas webs de descarga de juegos piratas son ciertos, con más de 1,1 millones, las descargas ilegales de títulos como el recetario virtual Cocina Conmigo duplican las ventas reales de este producto". “La realidad, por mucho que algunos interesadamente lo maticen o incluso lo nieguen, es que estos juegos piratas sólo se puede utilizar mediante dispositivos como los incautados”, añaden desde Nintendo Ibérica, “además, quienes fabrican, importan o comercializan estos dispositivos no forman parte de la industria ni contribuyen a ella creando nuevos contenidos, muy al contrario se lucran ilegítimamente de la misma sin aportar nada”.