Manhunt

Introducción

Lo que la compañía Rockstar viene haciendo en los últimos años, sencillamente no tiene nombre. Toda importancia que se les de a sus Grand Theft Auto es poca, no hay suficientes halagos ni descripción posible de lo que sus dos últimas partes han conseguido a nivel de libertad del jugador y perfecta recreación de una ciudad repleta de posibilidades.
Las miles de formas de ir avanzando en el juego, el libre albedrío presente en el curso de nuestra gesta mafiosa, se enfrenta y vence a lo que tiene de gamberrismo escándaloso aún cuando sea por la vía de dejar al usuario la posibilidad de elegir cómo de despiadado quiere llegar a ser.

Con otros títulos -menores sólo en la comparación- como Midnight Club II, quedó fuera de toda duda que sus cualidades así como su espíritu siguen por similar dirección. A la vista de lo cual, podría concluirse que no hay propósito de enmienda...

Y entonces llega este Manhunt, y con estupefacción el espectador medianamente equilibrado llega a creer que no es que se hayan pasado de la raya, es que ya ni tan siquiera saben dónde está la raya. Que la pegatina que le pongan de recomendación a mayores de 18 años no va a ser suficientemente grande como para que si algún medio televisivo se queda una jornada sin noticias de enjundia, no se lance con voraz saña a demandas de censura que en este caso tendrán difícil defensa... y es que cuando se contempla a nuestro protagonista en primerísimo primer plano -la cámara enfoca de cerca en esos "especiales" momentos- ahogar con una bolsa de plástico al rival, o clavarle un cristal en la testa u otras tantas formas de machacarle con la opción del remate gratuito a su cuerpo moribundo (cosa que es mejor hacer para evitar que medio zombie nos sorprenda) la sensación de irrealidad es tan grande que sólo la necesidad de seguir avanzando evita la pausa para frotarse los ojos.

Pero para explicar esto un poco más, tiremos hacia atrás argumentalmente. Antes -aunque poquito, que la cosa no tarda- de tener que machacar a ser alguno.

El juego

Fruto de uno de los relatos de Stephen King, la Los Angeles cinéfila del 2017 mostraba a un Schwarzenegger en pleno apogeo de su carrera sometido a un despiadado juego televisivo en la búsqueda por la supervivencia.
Esta es la base de Manhunt: un reo condenado a muerte que despierta cuando se le supone ejecutado por haber sido reciclado en este siniestro juego. Una voz eléctrica proveniente de un micro, comienza a explicar entre la confusión qué sucede y qué ha de hacer si quiere seguir vivo. Aparte de orientarle, nos ofrecerá un tutorial intenso con el que eludir la lectura del manual, y nos meterá progresivamente en materia con sus inhumanas lecciones.

La explicación de cómo proceder para eliminar a nuestros perseguidores es tan explícita como salvaje. Aunque todo sea dicho, nada como llevarla a cabo, algo que quien conserve un mínimo sentido del equilibrio racional superará por el solo hecho de la tensión que Manhunt genera, y que obliga a la concentración máxima. Es decir, la idea de supervivencia que guía a nuestro personaje se refleja en nosotros, y que entre golpes manchemos a borbotones de sangre la pantalla, acabará pareciéndonos algo de lo más normal y esencialmente necesario.
Para todo esto, iremos recogiendo varios objetos, algunos de ellos para un sólo uso, otros permanentes aunque podremos cambiarlos a medida que avancemos, y algunos capaces de liquidar de un uso a nuestros rivales sin que lo perdamos, a cambio de ser inútiles en la lucha cuerpo a cuerpo. Esto es así porque el componente de sigilo nacido de los caprichos de Miyamoto en Metal Gear, se recoge aquí con el objeto de hacernos cuidar cada uno de nuestros pasos -y especialmente sus sonidos-, para controlar dónde somos y dónde no somos visibles -obligándonos a protegernos al resguardo de la oscuridad- y cómo llamar la atención del enemigo sin comprometernos, para luego lanzarnos contra él por la espalda.

Es cierto que cabe la posibilidad de afrontar el combate de otras formas, pero también que ésta vía es una condena para nuestras esperanzas. El gatillo R2 de huida -limitada por una barra de resistencia antes de que venza el agotamiento- nos hará correr con toda la motivación del perseguido para esperar de nuevo la tranquilidad con que volver a planear ataque.

Si esta técnica, representada con el uso de un radar, tiene evidentes semejanzas con el modus operandi de Solid Snake, la tensión, el silencio suavemente arañado por tonos nocturnos del mundo suburbial abandonado, en el momento en que sea invadido por sonidos estruendosos ante la salida a escena de un rival por sorpresa, nos traerá a la mente las emociones vividas en el curso de cualquiera de los Survival Horror más reconocidos. Y es que cuando creamos estar acompañados sólo por las ratas inquietas que pueblan las oscuras y sucias callejuelas de esta ciudad, cuando creamos que tenemos espacio para avanzar con soltura, cuando nos venza la necesidad de olvidar el tímido avance posicionándonos contra paredes para poco a poco escudriñar qué se cuece en el otro lado, allí habrá un loco perseguidor dispuesto a cumplir con su cacería. Y con él vendrán muchos otros atraídos por los golpes... y si exhaustos de correr, si deshechos por los nervios perecemos víctimas de una mala huída, el descanso a su manera será un plácido final hasta que llame inevitablemente las ansias de probar otra partida.