Nunca hubo otro igual. El género de lucha uno contra jamás conoció éxito similar. Street Fighter 2 se convirtió en un éxito icónico, en un símbolo gracias a que todo en él acompañó: acertó en el momento, dio calidad y diversión, y sólo se le pudo hacer un reproche: nunca habría otro a su altura.
1 irrelevante, 2 apoteósico, 3 olvidado, 4...
A estas alturas el lector de videojuegos medianamente informado lo sabe: Street Fighter 4 ha cumplido holgadamente. En Japón se quitaban las copias de las manos. Ver un par de videos ya daba una idea nítida y clara de lo que Capcom había pretendido y había logrado. Lejos de las confusiones de sagas rivales (que todo sea dicho, han obtenido títulos muy admirables como Soul Calibur o Tekken que tienen un único defecto: no ser Street Fighter), o incluso dentro de la errática evolución de la propia marca, que ha sufrido innumerables continuaciones agotadoras, lo que se trataba era de equilibrar su mezcla. Que la técnica no fuera una obligación para traicionar a sus bases por exhibiciones visuales, pero que al mismo tiempo se avanzara algo ahí.
Es así como SF 4 no es tanto un nuevo éxito como la recuperación y actualización del antiguo, y se ha logrado siendo detallista en esfuerzo por equilibrar la innovación donde esta debía aplicarse.
Ver a Street Fighter IV es ver el desarrollo que podía imaginarse del videojuego a principios de los 90, cuando no nos planteábamos que las 3D poligonales nos invadirían y nos impondrían cambios de enfoque y perspectivas subjetivas por obligación. Aquí toda la técnica se ha empleado en que sea clásico pero no antiguo. Los tonos de las melodías, la forma de presentar los personajes, la forma de enfocar sus combates... demasiado para calificarlo de simple lifting, pero lejos de ser una apuesta por los modos más modernos y ya rutinarios.
Al fin y al cabo, si SF había acertado tanto en el diseño en el pasado, era lógico que se volvieran a ganar las batallas en esa vertiente.
Un juego para engancharse a él
Como hemos mencionado de sagas rivales, muchas exigen demasiado conocimiento y práctica. Éste SF vence por el atractivo de sus personajes tradicionales y el aspecto modernizado de imágenes que están en el subconsciente colectivo, y que nos van seduciendo desde su primer video introductorio (luego convertidos en trámite durante el modo arcade).
Ayuda mucho que los controles estén ya aprendidos, y que aún con novedades (más personajes, dentro de un tipo de añadido que nunca cobró igual protagonismo que los del núcleo duro) sea posible empezar a jugar sin problema. Después, ahondar en incorporaciones como los Focus Attack, es algo que se va haciendo con progresiva naturalidad, la misma con la que se evoluciona cuando vamos encadenando partidas víctimas de su atractivo poderoso, y que nos van permitiendo una profundidad como para hacer sus combates ni más ni menos que lo que de Street Fighter cabría esperar.
La pregunta que muchos se harán es si vale la pena acercarse a él una vez más, dedicarle el tiempo –y llagas en las yemas de los dedos– preciso para volver a ser un maestro de éste juego y añadirle una dimensión asombrosa con el juego on-line (asombrosa por el nivel de algunos usuarios, que antes sólo percibíamos en las recreativas con quienes dedicaban su vida a la causa). La respuesta es un sonoro, rotundo y firme SÍ. El mejor Street Fighter está de vuelta. Cierto que es lo que era revisitado. Pero lo que era, era muy grande.