En la industria del videojuego, no es oro todo lo que reluce. El sector saca pecho frente al cine y a la música a las que supera desde hace tiempo en recaudación, sus superventas manejan presupuestos de vértigo y la piratería se encuentra con numerosas trabas de cara a llegar al usuario medio, por más que las portátiles la estén padeciendo con más intensidad.
Con Wii y Nintendo DS convertidas en regalos de moda durante los últimos años, se logró entre otras cosas abandonar la idea de que el videojuego iba a ser siempre un producto minoritario, pasto para el frikismo, jóvenes o adultos inmaduros, algo que hacía pensar a su vez que había logrado cruzar todas las metas y que se encontraba posicionado en el lugar idóneo para dar rienda suelta a todo su potencial.
Pero las cosas están lejos de esa situación idílica. Tras los superventas que se hacen con el grueso del protagonismo y la recaudación, títulos de calidad, auténticas apuestas por la originalidad, la autoría y la diversión más pura, quedan en un segundo plano en el que se paga excesivamente cara la pérdida de protagonismo. La larga lista de aventuras sin doblaje al español, cuando el propio Metal Gear como todopoderoso best-seller vino en versión inglesa por excusas que ya no contentan a nadie, no sorprendería si no fuera por la incapacidad en ocasiones para traducir hasta los mismos subtítulos.
Es así como demasiados grandes programas aparecen de puntillas para desaparecer antes de que siquiera su público natural tenga tiempo de interesarse por ellos o hacerse con uno en las estanterías, en una situación desalentadora.
Un grande desapercibido
En ese sentido, la posición de GTA no puede ser más llamativa. Digámoslo con la misma rotundidad que lo hemos expresado en la edición web cada vez que hemos tenido ocasión en los últimos meses: con esta edición para DS estamos ante un prodigio técnico en cuanto a lo que significa hacer una adaptación a un soporte muy inferior. Un juego que recoge lo mejor de la tradición de Grand Theft Auto como lo conocemos desde su tercer episodio, que lo rehace (o mejor, redibuja, de acuerdo con su estética) y que con sus ligeros ajustes tiene todo para interesar al numeroso público que lo convirtió en el líder absoluto, como le corresponde al que a su vez es líder absoluto en esfuerzos, despliegues técnicos y planteamiento revolucionario.
Y sin embargo ha quedado condenado a poco menos que ese segundo plano del que hablábamos. Vale, puede que no tanto en términos absolutos, no pasará tan desapercibido ni tendrá problemas de suministro, pero sí ha obtenido unas cifras (menos de 100.000 unidades en un mercado tan amplio como el de EEUU) como para hacer cuestionar la versión para Wii que estos días andaban maquinando en Rockstar.
Las explicaciones para tan sorprendente situación, deben encontrarse sin duda en una diferenciación de públicos en que el grueso de los usuarios de DS o se encuentran interesados en otras propuestas, o sencillamente se encuentran a años luz de la violencia y rudeza de GTA. Porque esto, desde el primer minuto y sin sombra de duda, es GTA sin complejos: extorsiones, prostitución, mafias enfrentándose a tiros en sus calles, compraventa de droga, lenguaje explícito... demasiado para una consola hecha, en su percepción pública, para que nuestros mayores vuelvan al apasionante mundo de las sumas y las restas, o para que niños inocentes ayuden a algún elfo mágico a encontrar el árbol de la felicidad.