Posiblemente la escasa trayectoria de Bionic Commando no haga de éste regreso uno de los que más expectación han creado, si bien los redactores veteranos y nostálgicos habrán contribuido a la campaña de marketing de Capcom dando toda la repercusión posible a un título que mediados los 80 se paseó por diversas plataformas exhibiendo sus rasgos arcade.
Inescrutables cuestiones de mercado (que como recoge nuestra sección de noticias se concretan en el inexplicable escaso éxito que obtuvo en su tierra natal, mientras en occidente obtuvo cifras positivas) le dejaron sin la suficiente presencia para que muchos entendieran su valor, algo que a su vez obligó a planificar su retorno desarrollando un remake para Xbox Live y Playstation Network para que muchos entendieran qué hizo de él uno de los protagonistas de las recreativas durante un momento concreto de hace más de veinte años.
A pesar de ese hábil movimiento, su falta de explotación en tanto tiempo ha de imponer un cambio brusco. Uno que por coherencia debería sujetarse a unos mínimos a lo que Bionic fue, y que en el primer tramo de juego parece centrarse únicamente en la existencia de un protagonista, Spencer, con un brazo biónico que le permite colgarse de los lugares en un émulo de Spidey, y que trata con su ayuda de vencer a todo un ejército.
Pero a pesar de que inicialmente no lo parezca, también debería suponer mantener íntegra la acción y el ritmo. Algo que en esta toma de contacto nos desconcertó al introducirnos inicialmente en componentes más propios de la aventura y exploración, y en que un cansino tutorial nos asbsorbe justo tras recuperar nuestro brazo para enfrentarnos a un manejo que no es precisamente simple, y que olvida por tanto el fácil acceso que teníamos en la recreativa original a sus controles (y que en cuestión de segundos nos permitía trepar entre árboles con un solo botón y superar pantallas con algo de experiencia y reflejos).
¿Un "nuevo" grande?
Pero lejos de esa sencillez, éste moderno Bionic avanza progresivamente y no impone de entrada el ritmo que de él esperábamos, incluso nos llegó a hacer dudar a nivel técnico si no engrosaría las filas de lo que podríamos llamar la serie B del videojuego. Todo hasta que en el exterior un escenario apocalíptico-nuclear nos descubre la devastación de una ciudad, nos asegura que la propuesta no ha sido descuidada y que los edificios que vemos caer a nuestro alrededor y el sol que nos ciega en un entorno hostil, serán el escenario adecuado para aniquilar rivales y movernos con todo el potencial que permiten las cualidades de nuestro protagonista.
Porque tras los primeros compases (en las antípodas de la acción directa del original), y abandonado el irritante tutorial que nos hace padecer en nuestras carnes la dificultad inicial del control, éste y las opciones del juego crecen globalmente. Es cuando nos deslizamos rápidamente de un edificio a otro, cuando aniquilamos por primera vez a varios rivales a la vez de forma espectacular, cuando la gratificación, tras muchos momentos de incertidumbre, nos hace sentir poderosos. Entonces, tanto la atmósfera como lo que progresivamente empieza a mudar de controles complejos en puro potencial de manejo, hace pensar que podemos estar ante algo a la altura de las circunstancias. Todo si los tiempos de carga y sus molestas irrupciones a cada avance (¿cosas de omitir la instalación?) no nos hacen desertar antes.
Por otro lado, el trasvase a 3D ha repercutido en numerosas opciones, como elementos RPG que se concretan en mejoras a nuestros “poderes” y el toque shooter que aparece como parte de su modus operandi (en un enfoque en tercera persona en que tan pronto podremos freír a balazos como destrozar a golpes con nuestro brazo retráctil).
¿Cómo de valioso llega a ser el conjunto? En el análisis completo lo juzgaremos.