Nos sorprendía en sus primeras partidas por alejarse de lo que se le asocia a un juego que viene con nombre de clásico. La idea de hacernos con los controles a los pocos segundos y sin demasiadas pausas, debería no sólo ser un objetivo general en los nuevos tiempos frente a jugadores hastiados de tutoriales y largos aprendizajes, sino que aparentemente tendría que ser imprescindible en aquellos que emplean un nombre y unas señas de los 80, cuando se era "simple" por obligación.
Pero todo lo que inicialmente nos hacía avanzar entre frustraciones tratando de emular a Spidey, se acababa traduciendo después en un gran potencial de desplazamiento gracias a ese brazo biónico que nos garantizaba adrenalina surcando los cielos como el alter ego de Parker, empleándolo para atraer y golpear enemigos, para asirnos de lugares firmes con que evitar la caída.
Entonces ese modo tan divertido de moverse nos volvía a recordar lo que Bionic Commando había sido, y su modo de liarla en disparos en tercera persona lo unía y emparentaba a su vez con los shooters modernos dando un global fantástico a nivel jugable.
Un mundo derruido
Con ésta sólida forma de engancharnos al "sprite" (que no al personaje, rudo y cabreado como la historia le impone, pero sin un ápice de carisma que deja preferible su muda planicie de los 80), la atmósfera de un entorno derruido, postapocalíptico, solitario, en tonos tristes y con edificios al borde –cuando no la presenciamos en directo– del desmoronamiento, nos mete en la trama y hace del entorno un lugar atractivo donde todo motiva a seguir avanzando.
El frío tutorial inicial antes nos habrá desesperado tratando de controlar lo que inicialmente nos resulta rudo y confuso. Incluso en ese punto albergamos dudas sobre la calidad final del producto y en algún momento apunta a una suerte de serie B que en las primeras fases queda como idea desmontada.
La duración de las misiones, la forma en que poco a poco se va liando la madeja y de enfrentarnos a unos pocos saltos y enemigos acabamos en algo alambicado y lleno de ritmo, podría decirse que tiene una medida evolución clásica por la que discurrimos sin problemas. Llegado ese punto nos sorprende la naturalidad con que empezamos a movernos cuando inicialmente su jugabilidad nos pareciera tan árida como los propios paisajes.