Tres o cuatro colores pixelados, y algunos ya hablan de “clásico”. Una reacción tan desproporcionada es sólo equiparable con la de quienes ven a los juegos de los 80 y los tildan de arcaicos, ridículos, y los infravaloran hasta reducirlos a algo de una simplicidad absurda. Por equiparación, se atreven a compararlos con muchos de los juegos recaudatorios que la telefonía móvil ha malparido (salvo cuando ha puesto esfuerzo o ha tirado de conversión de clásicos directamente viendo el potencial de ingresos) inconscientes de lo bueno que sí se hizo hace más de dos décadas.
Y sí, allí muchas veces había un gran esfuerzo por llevar las cosas más allá de lo que permitía la limitada tecnología que entonces no parecía limitada (salvo en periodos concretos como los finales de cada generación o en el caso de ocupar un puesto de programador, que sí se las veían moradas por falta de potencia). Y la propia composición de sus grupos de programación les daba a esos juegos grandes rasgos de autoría, permitía el riesgo, permitía la figura del genio-hombre orquesta que cargaba con el proyecto a sus espaldas y paría algo auténtico.
Pero también había mucha, mucha leña. Torros que olvidamos o recordamos de forma diferente a lo que merecen por justicia. Por la misma prueba del tiempo que machaca muchas series y películas sobrevaloradas. Despropósitos que aceptábamos con incomprensión. Y peor aún, juegos que sobrevalorábamos ajenos a sus graves errores, productos desquiciantes a los que nos sometíamos y aún hoy día –volvemos a ello– tratamos como si fueran clásicos.
En éste blog, 7 bits, la idea es hacerle un 7 a los 8. Y a los 16. Y un poco más adelante y un poco alrededor... e inevitablemente rendir culto cuando no podamos evitarlo. Tratar así de compensar las ideas que teníamos entonces y las que ahora nos permiten juzgar con perspectiva.
El moderno jugador no podrá entenderlo pero debería escuchar. Una barrera de comodidad y formas de jugar cada día más sencillas le impiden profundizar en títulos que en su momento sabían esconder grandes emociones en pequeños rincones, en unas pocas pantallas podían llegar a guardar mucha emoción si el reto era suficientemente equilibrado, si el diseño se esforzaba en agrupar esos escasos recursos en algo que nos impactara. Porque como aquí veremos, el diseño de entonces, bien enfocado, podía hacer que unos pocos píxeles fueran más que un icono simbólico para ser algo muy sugerente. Aunque otras veces simplemente simbolizaba la falta de más posibilidades y talento.