Títulos como el mencionado Splinter Cell, Metal Gear, Thief o la saga del conocido asesino calvo "Hitman" fomentaron un tipo de juegos donde apretar el gatillo para solucionar los problemas podría ser incluso contraproducente. De esta forma se potenció una nueva manera de hacer las cosas, intentando no dejar rastro de nuestras acciones.
Encarnamos a Velvet Summers, una letal asesina que yace postrada en la cama de un hospital. Entre fiebres y delirios, Velvet comienza recordando todas sus incursiones y sabotajes realizados durante la segunda guerra mundial, sembrando el caos y la muerte entre las filas alemanas.
El personaje en cuestión realmente existió, su verdadero nombre era Violette Reine Elizabeth Bushell Szabo, voluntaria de las fuerzas especiales inglesas donde recibió entrenamiento en combate cuerpo a cuerpo, armamento, demoliciones, explosivos, comunicaciones y criptografía, realizando misiones de sabotaje tras las líneas enemigas en la Francia ocupada.
Así comienza este juego en tercera persona, con Velvet Summers recordando poco a poco sus misiones en combate, misiones que generalmente acaban con la demolición y destrucción de algún objetivo vital para los alemanes. La jugabilidad se decanta clara y totalmente por la infiltración, dejando un pequeño espacio para la acción ya que generalmente no resulta muy buena idea.
Tras haber jugado algunas misiones, lo primero que echamos de menos son ciertas características ya integradas en otros productos como Splinter Cell, donde disfrutamos de cierta libertad a la hora de acabar con los guardias y soldados, libertad que en este caso brilla por su ausencia, limitando enormemente nuestros movimientos. Prácticamente solo nos queda averiguar la forma correcta de terminar con los enemigos entre muy pocas opciones.
Asimismo, la utilización de las armas se limita a las zonas preparadas para ello, siendo un suicidio utilizarlas en cualquier otro momento si no queremos ser rodeados por todo el ejército alemán. Por lo tanto, las sombras serán nuestras mejores aliadas durante la aventura, momento en el que un halo morado rodeará nuestro personaje indicando que estamos relativamente a salvo, ya que no estamos ante una ceguera total como en otros juegos donde a 1 cm de distancia no podían localizarnos bajo ningún concepto.
Esto no significa que los soldados sean un prodigio de inteligencia, más bien todo lo contrario, ya que sus parámetros para detectarnos a veces rayan lo paranormal, localizándonos cuando parece que estamos bien escondidos y no detectándonos en circunstancias más evidentes. A pesar de estos engorrosos detalles, lo más aconsejable es acabar con ellos por separado, esperando a que sus movimientos de patrulla los alejen entre sí o atrayéndolos con algún ruido o silbido. Cuando logremos estar a su espalda, la pantalla se volverá rojiza y podremos atacar, momento que tampoco se libra de imprecisiones en el control que pueden llevar a ser detectados, lo que suele equivaler a nuestra muerte el 99,9 % de las ocasiones dada la escasa resistencia de Velvet.
Mientras el plano artístico cumple su cometido, el apartado gráfico es simplemente correcto. Un acertado uso del color le da una especial ambientación potenciada por los efectos de luz, pero en otros puntos como las texturas o las animaciones de los soldados hay margen para mejorar, sin olvidarnos de la repetición casi total en el diseño de los enemigos que a veces los hace parecer clones.
Velvet Assassin, se queda en tierra de nadie por no saber mejorar o por lo menos igualar las opciones que ofrece la competencia en el género. Sus limitaciones, la ausencia de multijugador, o el diseño restrictivo de la mayoría de sus misiones, solo lo hacen recomendable para los adictos a la segunda guerra mundial.