Poco más hay que decir sobre la última entrega de Terminator en la gran pantalla. La crítica publicada en la sección de cine expresa con suficiente claridad todos los errores cometidos por un director que era un error en sí mismo, como lo era la elección de sus guionistas y la desmesura del ego de su creador -ahora diva inalcanzable- James Cameron. Que algunos hayan quedado relativamente satisfechos o se hayan acogido al argumento del “funciona como simple entretenimiento” supone entender poco lo que esta saga representó y lo que la hizo grande. Supone también una demostración más de que determinados símbolos son pasto del marketing gracias a leales seguidores que no cuestionan o entienden realmente lo que admiran.
Terminator Salvation como videojuego tiene bastantes más aciertos que el film. Algo que ha logrado lo que inicialmente se nos había vendido desde varios medios especializados como un defecto: la falta de sinergia y coordinación con la película. Estamos ante un argumento independiente, realizado por un equipo inspirado por los rasgos esenciales de la serie... y un solo obstáculo. Aunque éste sea lo suficientemente grande como para que finalmente se incline la balanza hacia el lado de lo prescindible (si bien en este caso para los fans merece atención y unas partidas, que se harán mucho más agradecidas y menos sacrílegas que la adaptación a gran pantalla).
Este obstáculo es ni más ni menos que el tiempo, la obligación de hacer coincidir su lanzamiento con el del estreno, y que ha dejado al título que nos ocupa como algo por pulir, por rematar para lograr objetivos ambiciosos. Y como señalábamos en el avance, la desgracia es que la agresiva técnica de marketing de ponerlo a la venta ‘sea como sea’, tampoco ha tenido el éxito esperado, y las ventas en EEUU más que discretas han sido ridículas para algo de estas dimensiones.