Aparte de por nostalgia, gran parte de los motivos del culto que se rinde al cine de los 80 reside en un conjunto de películas que se hicieron con el título de clásico a pesar de su descarada apuesta por el entretenimiento. Por una mezcla de naturaleza pionera, ingenuidad y honestidad hacia lo fantástico.
La avalancha posterior y la distinta forma de encarar los mismos temas (con mucho más de show que de argumento, habiendo explorado y explotado todos los argumentos posibles hasta saciar y volver cínico al espectador) hicieron que las primeras conservaran la magia especial, en unas ocasiones maltratada por el tiempo que las dejaba obsoletas y ridículas, en otras sencillamente frescas y encantadoras, el reflejo de toda una época.
Pocas películas representan tanto esa esencia como Los Cazafantasmas, una producción tocada de gracia en que la temática, sus personajes, cómo se emplearon los efectos especiales (y hasta qué punto estos lograron “estirarse"), acabaron siendo una conjunción “perfecta”. Los fantasmas entonces eran asombrosos, la forma en que invadían la ciudad de Nueva York (mención especial para el “Stay Puft” final, blanquito y sonriente él), la manera chapucera en que tres neoyorquinos –luego un cuarto– combatían esa amenaza para la que no estaban preparados y que se volvía real por sus formas de afrontarla, eran algo demasiado seductor.
Al margen de que haya quien no se sintiera igual de implicado en la segunda parte, y que la tercera –más visto en qué ha acabado Ivan Reitman– sea un reto imposible que haga razonable la resistencia mostrada por Bill Murray al proyecto, este videojuego parecía la ocasión ideal para asegurarse el rendimiento de la franquicia (más cuando el videojuego genera más royalties que cualquier otro sector). Y por ello nos encontramos frente a un producto que evidencia mucho del deseo de proseguir sus aventuras, de darnos más de sus personajes. Algo que se plasma desde el abundante guión hasta la forma en que él intervienen las voces originales en diálogos que parecen salidos de sus réplicas en el cine, todo para meternos de lleno en la experiencia.
Sé tú un cazafantasmas
La idea de que protagonicemos Cazafantasmas como un nuevo recluta para el grupo, permite explorar un sueño antiguo que llegará al corazón de todo seguidor del fenómeno: ser uno más de los elegidos. Incluso con el paso del tiempo y el desprecio que pueda despertar la idea, uno se descubre ilusionado dando vueltas por la central, observando el punto en que los fantasmas son almacenados o aprendiendo a usar el archiconocido rayo para encerrar la primera presencia esotérica a nuestro cargo.