Prohibir el desarrollo y venta de videojuegos violentos. Ni sistema por edades ni distinción alguna que valga. Así de sencillo para evitar que el rumbo del mundo pierda definitivamente el norte. La violencia en la sociedad, posiblemente la crisis económica e incluso quién sabe si el calentamiento global, males solucionados con la medida de un plumazo.
Quizá el debate y la polémica, gratuita más allá de todos los usuarios del videojuego que verán limitada incomprensiblemente su afición, servirá para distracción de males mayores. Aunque a Crytek, la compañía germana fundada en 1999, le obliga a estudiar alternativas: los desarrolladores de Far Cry tienen gran experiencia en el género del shooter, y no están dispuestos a renunciar por motivos absurdos. Su presidente lo tiene claro "si la comunidad creativa alemana no está dispuesta a participar en uno de los más importantes medios culturales de nuestro futuro, tendremos que relocalizar nuestro trabajo en otros países".
Las más de 50.000 firmas en contra podrían quedar en un esfuerzo inútil por imponer coherencia frente a una medida que ya se trató de promulgar en 2007, si bien cabe esperar que el sentido común haga que, caso de aprobarse, sea removida por inconstitucional ante el atropello evidente de derechos.