Se conecta con su línea de 10 Mb, abre su par de vídeos en streaming, pone a descargar 8 películas, cuatro series (una de ellas enterita, sus 7 temporadas), 12 cds que nunca ya serán cds (descargas digitales, ipods... ¿quién quiere a los viejos cds?), todo en un claro síntoma de lo mucho que ama a sus aficiones por las que ya no quiere pagar un céntimo, y observando los medidores de descarga, maldice irritado la injusta lentitud de su conexión. ¿Por qué diablos va tan lento "el internet"?
A menudo, al usuario que tuvo que conectarse inicialmente con sus modems de 33.6, con sus conexiones caprichosas (ahora sí, ahora no, todo tras una sinfonía de pitidos agudos y cansinos), con sus tarifas desproporcionadas sin bonos de los primeros tiempos, y con la exasperante LENTITUD (así, con mayúsculas) que acompañaba a la simple carga de un texto (o la arrogante imagen que pretendía ilustrarlo), a ese sufrido usuario que padecía todos esos problemas, la incomprensión hacia el que se queja hoy día de la velocidad le resulta equiparable a la que provoca al veterano jugador el moderno usuario de videojuego. “La neblina hace que el borde aparezca con dientes de sierra en el reflejo de la ventana de la esquina, y las luces de neón dejan una estela algo más nítida en la versión Xbox”. Diantre. Y el juego ¿es divertido o no?
La cosa es que en la lenta –y aprovechada– evolución técnica del videojuego doméstico, hubo un antes y un después que hizo tambalear los cimientos del sector tal y como lo conocíamos en los 80, y que inexplicablemente nunca tiene el reconocimiento que merece en su historia (por algo que veremos a menudo en este blog: el sector del videojuego desprecia como pocos su historia salvo cuando se trata de revender o rehacer a un "clásico"). El tema es que los ordenadores de la época llevaban años estirando su limitada potencia, la NES como representante de las consolas seguía siendo algo muy limitado cuyas mayores virtudes eran determinados juegos hechos para hacer historia en la compañía (véase Mario, del que hablaremos en breve) y parecía que nunca veríamos lo suficientemente cerca la técnica de las máquinas recreativas.
Y entonces llegó él.
Vale, lo hizo con el Atari ST, al que ninguneó a pesar de sus virtudes y del que se deshizo sin esfuerzo, síntoma de que Atari de precursora quedaría siempre en sólo eso, una "simple" marca histórica. El PC era un mal chiste de oficina al que le dio por intentar soportar juegos que los usuarios tuvimos que soportar (inicialmente entre chanzas) durante muchos, muchos años. Incluso cuando ya no había competencia en el mercado de los ordenadores, la cosa era preocupante con sus innumerables tarjetas gráficas y diversos implantes y problemas de compatibilidad. Cuánto le costó hacer cosas que ordenadores como el que nos ocupa en estas líneas hacían en la época del Arkanoid.
Pero es que en aquel entonces el Commodore Amiga lo era todo. Y aunque hoy resulte difícil creerlo, el vídeo de aquí abajo era un mito de la época. Se usaba promocionalmente para hablar de las bondades del ordenador y quienes todavía no lo tenían babeaban ante él y soñaban con lo que un día podrían tener en sus habitaciones. Resultará casposo y obsoleto, pero en su momento era, como rezaba su título, un "vuelo alucinante con Amiga".