Tras más de una década dando guerra, la franquicia que empezó siendo un crossover sufre un lavado de cara para adaptarse a los nuevos tiempos. The King of Fighters XII planea llamar la atención tanto a los veteranos del género como a los recién llegados, y para ello cuenta con dos poderosas armas: una asombrosa reconstrucción de sus personajes y nuevos sistemas de batalla.
"Renacimiento" es la palabra que SNK Playmore ha utilizado en reiteradas ocasiones para definir al nuevo The King of Fighters. Sin lugar a dudas, la famosa franquicia de lucha necesitaba un lavado de cara, no sólo porque las imposibles curvas de Mai Shiranui -por cierto, ausente en la presente entrega- empezaban a oxidarse, sino porque así lo exigía el panorama actual del género. Street Fighter IV, BlazBlue: Calamity Trigger... el mercado está siendo invadido por nuevos y excelentes juegos de golpes y mamporros que amenazan con usurpar un trono que KoF había ganado debido a la irónica escasez precedente de títulos destacables.
Al intuir el temible filo de la guillotina revolucionaria, la desarrolladora japonesa se ha puesto las pilas para plantar cara a los nuevos contrincantes; The King of Fighters XII -disponible para PlayStation 3 y Xbox 360- presenta una serie de novedades tanto visuales como jugables. Destaca por encima de todo la actualización gráfica de los luchadores, después de más de una década reutilizando una y otra vez los mismos sprites. Los movimientos son más fluidos que nunca, pero el paso a la alta definición requería un enorme sacrifico: la reducción drástica de la plantilla de personajes.
Los veteranos de la saga refunfuñarán indignados y se mesarán las barbas en señal de desaprobación al descubrir que tan sólo hay veinte luchadores disponibles -a falta de confirmar algún que otro personaje secreto-. La razón por la que KoF XII puede "vanagloriarse" de tener la plantilla más pequeña de la franquicia se debe a la ardua labor por parte de los desarrolladores para llevar a cabo dicha reconstrucción gráfica. Como daño colateral, carece de un modo historia, así que aquellos con ganas de saber cómo continúa la saga de Ash Crimson deberán esperar pacientemente a la próxima entrega.
No obstante, una de las marcas de la serie sigue intacta; los combates se realizan por equipos formados por tres luchadores que se irán turnando según sean derrotados sus compañeros. El sistema táctico visto en The King of Fighters 2003 hace un disimulado mutis para dar paso a los contraataques críticos. Básicamente, el jugador tiene la oportunidad de llevar a cabo múltiples ataques consecutivos para darle la vuelta a la tortilla. Asimismo, si los contrincantes realizan un golpe similar al mismo tiempo se producirá un choque que los distanciará; se trata de una dramática pausa que hace las veces de breve calma antes de la reanudación de una brusca tempestad. Una mejorada guardia sirve como guinda a este pastel jugoso, tanto para los aficionados al género como para los curiosos casuales.
A primera vista, los cambios son bien recibidos. Pero, poco a poco, una sombra se alarga sobre él: su aparente falta de contenidos. El modo torneo son cinco batallas aleatorias, sin ningún tipo de historia o motivación; la ilusión de catar un nuevo juego pasará rápidamente a la estupefacción al alcanzar los créditos finales en un tiempo récord. Un modo versus para combates individuales y un -brusco- modo online completan las opciones disponibles.
Las impresiones iníciales no son ni positivas ni negativas sino más bien cautas, a la espera de verificar el resultado final ya en nuestro análisis completo. Si bien es cierto que los controles son formidables, y que más de uno perderá unos cuantos combates al quedarse maravillado ante los detalles de los escenarios, la ausencia de modos -y la arbitrariedad de los existentes- hacen peligrar su duración. En resumidas cuentas, nos deja la sensación de que The King of Fighters XII hubiese sido el rey indiscutible dentro del panorama de las descargas digitales si SNK hubiese apostado por un lanzamiento menos tradicional. En todo caso, veremos si el soberano renacido se convierte en el ganador de la batalla decisiva por la supremacía de los títulos de lucha.