Aventura, y mucho más
A pesar de tener rasgos comunes con la mayor parte de las aventuras (de las grandes), de hacernos resolver puzles con un estilo similar al de otras sagas tan conocidas como Tomb Raider, Resident Evil o incluso con arcades como God Of War, uno de sus grandes aciertos es la compensada variedad en sus registros. En muchos tramos podríamos estar ante un plataformas simple (ahí los retos son limitados, centrándose en una búsqueda sencilla del concreto lugar al que saltar). En muchos otros, importantes tanto para el interés del juego como para -ahí sí- darnos pura y dura interactividad, es un shooter en tercera persona donde el repertorio de armamento es lo suficientemente amplio y potente como para que olvidemos a otros dignos representantes del género. Y no sólo será disparar de determinada manera para superar la fase: podremos elegir cómo afrontar a nuestros enemigos, si emplear el sigilo en versión muy suavizada de Snake, o optar por el tiro puro y duro y afrontar las consecuencias de una batalla encarnizada. Nuevamente espectáculo por todo lo alto.
Ganar o ganar
La propia forma de encarar al argumento nos da una idea de cómo se concibe Uncharted. Desde el principio tomamos el mando a mitad de su argumento (al diablo las introducciones agotadoras que nos hacen olvidar que esto era un juego), y se intercala de flashbacks para llevarnos al principio de la historia (algo clave para preparar la tensión inicial y luego administrarla). Lo que queda claro ahí es que no pueden matarnos si la primera secuencia ya dejaba claro que a esas primeras andanzas habíamos sobrevivido (puro Monkey Island 2 ¿recuerda alguien a Threpwood relatando a Elaine sus aventuras?). En ese sentido, estamos ante una aventura para ser superada no sólo gracias a su poder de atracción, sino a unos retos que pese a una cierta dificultad en determinados momentos nos dejan con infinitas posibilidades de volver a intentarlo y que incluso nos sugieren cómo hacerlo cuando nos ven despistados. Es probar y probar.
Los molestos momentos en que hemos de perder una vida por no conocer el peligro que iba a surgir de la nada son trámites para superar y para sorprendernos, la aventura transcurre porque queremos superarla y ver qué sucede después. Estamos ante una inversión segura para sentirnos héroes, para recuperar todo lo que vivimos bajo los rasgos aventureros que una vez (mucho tiempo atrás) representó Indiana Jones. Y qué grandes eran esas emociones...
El problema de todo juego hecho para ser superado reside en su relación con la rejugabilidad. Entonces quizá nos quede su modo multijugador, esos extras siempre secundarios... o las ganas de volver a contemplar el espectáculo que hacen de este Uncharted 2, desde ya, uno de nuestros títulos favoritos para la recta final del año. Difícilmente el jugador encontrará un cruce tan correcto de géneros y una demostración tan admirable de cómo hacer las cosas... cuando los medios acompañan.