La violencia injustificada de South Park, Rasca y Pica, o el máximo exponente de la masacre del formato infantil, Happy Tree Friends, encuentra la horma de su zapato en Fairytale Fights, una sangrienta conversión del género “cuento-apocalíptico” para la XBOX 360. No hay que dejar títere con cabeza. O brazos. O piernas.
Fairytale Fights es un producto desgarrador, y no solo por la actitud moral de sus personajes (inexistente) o por la cantidad de armas a disposición del usuario y al servicio de la carnicería desenfrenada. Con razón el título ha conseguido una calificación peligrosa en las puntuaciones por edades de toda Europa, no tanto por su violencia de dibujos animados (de la MTV, eso sí, nada de Nickelodeon) como por la forma en la que podría destruir la ilusión de cualquier niño. Es como si un juego con un Santa Claus feliz en la cubierta tuviera un primer nivel llamado “los Reyes son los Padres”.
En el fondo, cualquier intento de perversión se antoja divertido cuando lo protagonizan unos espertentos cabezones (y sin diálogos) que representan retazos del imaginario popular. No sabemos si los hermanos Grimm se retorcerían en su tumba si supieran lo que se cuece a su alrededor: al fin y al cabo, ellos también eran crueles y retorcidos con sus personajes. Lo único que ha hecho Playlogic Game Factory es poner un trabuco en sus manos y dejar que el jugador haga el resto.
Y así da comienzo una historia con poco sentido ambientada en el mundo de los cuentos: el Sastrecillo Valiente se está haciendo con toda la popularidad, y algunos personajes, antaño famosos, hoy despojos de lo que una vez fueron, se mueren de envidia. Ellos son Blancanieves, Jack (el de las habichuelas mágicas), Caperucita Roja y el Emperador Desnudo. Con la única motivación de superar al Sastrecillo (y hacernos una bufanda con sus intestinos, por qué no) avanzaremos en misiones que implican a personajes archiconocidos de fábulas y cuentos. Es divertido comparar las versiones de Fairytale Fights con las hiperextendidas versiones Disney que la productora estadounidense ha puesto en nuestras mentes durante décadas. Evidentemente, el Pinocho que vemos en XBOX no tiene nada que ver con su homónimo peliculero, y no solo por las sierras en sus piernas o por que Geppeto sea un loco esquizoide.
Tú sí que vales, el resto son escoria
De modo que lo tenemos es un hack ‘n’ slash en toda regla, con unas 140 armas diferentes y escenitas de humor intercalando sesiones de desmembramiento. Es la auténtica baza del juego. A nadie le importa POR QUÉ hay que rajar mientras puedas hacerlo. De hecho, la historia en el modo de un jugador es indiferente. Los personajes ni siquiera hablan, y solo el Cuentacuentos te adiestra en los tutoriales. Tú avanza. El que quiera vídeos y argumento, que se vaya a Modern Warfare. Aquí solo queremos litros de pintura roja.
Y hay litros a patadas, tantos que incluso llegas a patinar en la hemoglobina. Hay sierras, cuchillos, bastones, ramas, batidoras, hachas y compases: todo sirve para empalar a los enemigos que se agolpan en pantalla. Las fases de plataformas se combinan con otras en las que solo importa machacar el botón de golpear, golpear, golpear. El patrón de la Inteligencia Artificial es como el de un pit-bull drogado hasta las cejas: se acercan a ti y te atacan con lo que tengan. Ni se esconden ni traman planes. Te ven y ya quieren matarte. Y tú a ellos también (por la cuenta que te trae).
Son importantes los detalles que mantienen la atención del juego, que de por sí cansaría a cualquiera en quince minutos. Más allá del vasto repertorio armamentístico, el “sistema de ensañamiento dinámico” hará zoom durante la partida si algún cercenamiento se antoja lo bastante divertido como para ser contemplado en pantalla grande. Y la continuidad tiene su recompensa en las mejoras y desbloqueos que pueden comprarse en la Villa de los Cuentos.
Inmunidad diplomática
La cámara y los gráficos son un tema aparte. Por un lado, el ajuste de cámara no existe, de modo que en ocasiones los personajes se ven tan pequeños y la acción está tan alejada que presiones botones intuyendo lo que estás haciendo. Por el otro, a pesar de utilizar el motor gráfico Unreal Engine (el mismito de Gears of War o Batman: Arkham Asykum) la calidad final recuerda a cualquier buen título de PS2, quizá con más colorines y, uh, más detallitos al fondo. El salto generacional no ha llegado al mundo de las fantasías, y si lo ha hecho no nos hemos dado cuenta.
Pero lo importante, que es el humor y el absurdismo, no fallan. Desde el logro llamado “Vago cabrón”, a estar reventándole los dientes a un Castor gigantesco con tu Emperador en pelotas (convenientemente cubiertas por una manzanita), la sonrisita sigue ahí. Tampoco es que sea el Club de la Comedia de los videojuegos, pero tiene su allá. Y nunca está de más una sesión desestresante con armamento pesado, sabiendo que nunca verás un Game Over en pantalla: el juego tiene prácticamente vidas infinitas. Te quitarán puntuación, es cierto, ¡pero nunca podrán quitarte la libertad de matar al Lobo Feroz!