De las mejores representaciones de la acción, de lo que el cine tiene para aportar al videojuego sin condenar al jugador al mero espectáculo, ahí está Max Payne, volviendo a ofrecer todo lo que su nombre promete, y cargando con el lastre de competir consigo mismo en distintas conversiones.
Max Payne: un superviviente
Todo lo que hace referencia a su aspecto oscuro, propio de un cine negro que se desprende de cada esquina, de cada mohoso y húmedo ladrillo, hace que el eterno dolor de Max sea una parte inescindible del escenario, una Nueva York a la que vuelve para seguir resolviendo conspiraciones a las que se vuelve a enfrentar arrastrándose, levantándose repleto de heridas y apático para seguir adelante. Demostrando una vez más cómo simboliza a la perfección el arquetipo de héroe humano que debe su supervivencia a su tenaz voluntad, su fortaleza y unos nervios de acero.
Una de las mejores virtudes de éste titulo, es sin lugar a dudas su guión. No en cuanto a las frases de tormento, de venganza, de estériles amenazas o diálogos bravucones. El guión en cuanto a la distribución de fases, el ritmo interno de cada una, el diseño de estas, alternando saltos entre cornisas y deambulando por todo tipo de lugares abandonados incluyendo recintos feriales. Y destacando siempre los desenlaces en un climax de tiros en que el 'bullet time' como recurso permite volver al tiroteo puro y duro y abandonar nuevas tendencias de sigilo. Ahí, la espectacularidad es patente, y la sensación de control e inmersión en la contienda, plena.
Cada uno de los capítulos se instrumentaliza en un medio para hacer más emocionante esos momentos, o para reflejar de nuevo la tortura personal de quien pese a todo sigue siendo el mayor quebradero de cabeza del crimen organizado. Desde la primera salida a escena, desde la convalecencia del hospital tras rozar de nuevo la muerte, varios momentos oníricos y abstractos nos introducen en otro lado del mundo en que el estado del protagonista llega a ser algo que se palpa en el ambiente.
Esto, con una perfecta inserción en los elementos argumentales, bebiendo siempre de lo mejor de cine y comic, haciendo una vez más un producto moderno y equilibrado donde una oculta linealidad, se nos hace natural al darnos la sensación en todo momento de que elegimos nosotros el camino. Un camino repleto de lugares en que su aspecto lúgubre esconde ilusos enemigos o secundarios con los que relacionarnos. Todo bajo una apariencia de triste realismo, en que tan pronto podremos usar a un vecino para recuperar munición o energía, o acabar con su triste vida de telespectador antes de silenciar la sala disparando a su roído televisor. Para luego avanzar entre ruidos de casquillos golpeando el suelo, buscando en cada esquina el lugar en que se esconde el siguiente mercenario con el sonido lejano de la lluvia golpeando sin descanso.