"¡Fin del juego!", exclamaba Jigsaw en plena catarsis durante los segundos finales de Saw. Poco sospechaba el carismático asesino en serie que sus palabras contenían un punto premonitorio, ya que el pequeño divertimento creado por James Wan y Leigh Wannel ha acabado convertido en una jugosa franquicia: cómics, atracciones, juguetes -¿acaso existe algún niño en el planeta que no pidió un "Billy" para las pasadas navidades?... e inevitablemente el videojuego. Éste último ha corrido a cargo de Zombie Studios, veterana desarrolladora estadounidense, y de Konami, interesada en que la adaptación se convierta en el primer paso hacia el sucesor espiritual de la decadente Silent Hill.
El videojuego pone al jugador en la piel del detective David Tapp, personaje secundario de la primera entrega cinematográfica largamente dado por muerto. Éste despierta en el nuevo paraíso de tortura de Jigsaw: un manicomio abandonado. Siguiendo la esencia de la franquicia, el protagonista deberá aprender una valiosa lección bajo el tutelaje del mítico villano si quiere salir con vida de la retorcida trampa. Por desgracia, el asesino en serie es un fiel seguidor de la doctrina "la letra con sangre entra", así que la clase magistral estará repleta de castigos salvajes y violentos.
Saw es un survival horror con grandes dosis de puzles -¡nunca mejor dicho!- y acertijos. Por ejemplo, para salir de la primera habitación -unos urinarios- es necesario encontrar un código oculto. La clave en cuestión está pintada en las puertas de los lavabos, pero sólo podrá leerse correctamente utilizando un espejo. Asimismo, el título está repleto de minijuegos que ponen a prueba los reflejos del jugador. Como muestra, un par de botones: diversos ítems importantes están ocultos en tanques de ácido -o lugares peores- y la única forma de recuperarlos será meter la mano y coger el objeto antes de que la tortura acabe con el protagonista. Por otra parte, algo tan cotidiano como abrir una puerta se convertirá en un desfile de nervios y estrés ya que Jigsaw ha instalado escopetas que se activarán al girar el pomo y harán volar los sesos del protagonista a no ser que se pulse el botón adecuado en el momento adecuado.
El juego se divide en seis actos, y cada uno de ellos gira alrededor de otra víctima del asesino en serie. El clímax de cada parte consiste en resolver un puzle más complejo de lo normal para salvar a uno de esos personajes de una muerte lenta y cruenta. Algunos de estos inesperados aliados tienen un papel fundamental en la rebuscada trama cinematográfica -como Amanda Young- mientras que otros son allegados del detective -como Jessing Foster, un policía corrupto que amañó las pruebas de su accidentado homicidio para echarle las culpas a un ciudadano inocente.
Conforme avance en su investigación, Trapp descubrirá que el manicomio no está tan abandonado como parece; Jigsaw ha invitado a otros personajes a su macabra fiesta de pijamas y les ha informado de que el detective tiene en su interior la única llave que los liberará de sus respectivas trampas. Por suerte, en esta retorcida versión del juego del gato y el ratón, el roedor cuenta con más de una docena de armas para defenderse de los sucesivos intentos de abrirlo en canal, incluyendo palancas, trozos de maniquíes... Además, el jugador puede crear sus propias trampas -o reconstruir aquellas que han sido desmontadas- para tender emboscadas a los enemigos.
Por el momento, Saw sabe alejarse del resto de videojuegos inspirados en películas gracias a sus entretenidos puzles y a su tétrica ambientación. No obstante, todavía está por ver si todas las piezas encajan perfectamente en el rompecabezas: la historia hasta el momento no desvela nada nuevo y la dinámica de combate no acaba de convencer. Pero la verdadera incógnita será averiguar hacia dónde se decanta la fidelidad de la adaptación: ¿hacia la modesta pero efectiva primera parte o hacia la tortura visual compuesta por sus numerosas e inagotables secuelas?