Hablábamos en nuestro avance de Bayonetta de la expectación que le había dado al título de Sega la calificación “perfecta” (40/40) de la revista japonesa Famitsu, de cómo nos había sorprendido su planteamiento y de cómo su originalidad, en algunos momentos estresante, daba paso a un juego que se hacía merecedor de la atención recibida.
Con más tiempo moviendo las turgentes carnes de nuestra guerrera intertemporal, que pese a lo chirriante de su aspecto en la primera toma de contacto –y como pasa en general con todo el juego– tiene verdadera madera de personaje del videojuego de los que pasan a la posteridad, Bayonetta se ha revelado como una apuesta verdaderamente genuina y diferenciada, cuyos rasgos estrafalarios y excesivos, su carácter farruco y exhibicionista, no hacen sino reforzar su naturaleza excepcional para hacerle merecedor de calificaciones sobresalientes.
Sigue quedando pendiente en todo caso el tema de la “nota perfecta”. Como apuntábamos también en ese avance, puede que ahí haya algo más pasional, un gusto concreto, la necesidad de encontrarse con un producto refrescante que Bayonetta dio a algún redactor que llevaba demasiado tiempo entre las recurrencias de un sector cada vez hecho menos para apostar por la diferenciación. Pero resulta tan apasionado y excesivo darle un 40, como endilgarle un rotundo 0 como en muchos tramos nos ha hecho desear por sus impresentables tiempos de carga, en un lastre que parece acompañar únicamente a Playstation 3 y del que está libre la versión Xbox360. Hasta la fecha, habíamos padecido de varias formas el problema de las cargas, y los desarrolladores habían encontrado igual cantidad de maneras de resolver o camuflar estos problemas. Pero lo de Bayonetta, con interrupciones para acceder al más simple de los menús, para pausar, para mostrar el objeto recién recogido, etcétera, alcanza un punto entre el bochorno y la incompetencia, que nos devuelve directamente a las profundidades de los 80 en un viaje en el tiempo en que sólo faltan los sonidos de las cargas de cassette de la generación de los 8 bits.
Algo más que curvas
Con un físico de starlette del porno, rodeada de fetichismo en poses, ataques apabullantes que dejan a nuestra heroína en cueros, y un glamour cargado de chulería, nuestra protagonista se va ganando un puesto entre las estrellas del videojuego progresivamente a medida que vamos dando saltos temporales entre su pasado de corte místico y un presente que la amnesia le impide recordar.
Profusión de animaciones, diálogos y secuencias que parecen reforzar el componente del vídeo sobre el juego hasta que llega el momento de dar golpes, empiezan a mostrarnos una extraña forma de compensar en que tan pronto se nos permite interactuar en una escena introductoria como se nos impone la espera o se nos deja con retos que pasan de fáciles a repentinamente exigentes para seguir adelante.
La lucha, inicialmente limitada a un machacabotones ágil y vistoso, permite que el control termine por desarrollar la habilidad gracias a su mecánica, si bien en muchas ocasiones seguiremos destrozando las yemas de nuestros dedos a ritmo de melodías inconcebibles (la banda sonora contribuye a la idea de una estética propia, marca de la casa), hasta que llegue la hora de los puzles. Muchos son igualmente draconianos que los retos mata-mata contrarreloj que repentinamente se nos plantean, de nuevo demostrando la extraña forma de nivelar con el resto de elementos de Bayonetta. Todo ayudando a esa sensación diferenciada de experiencia en que los decorados tienen un papel prominente, porque a pesar de que hayamos visto ya suficientes escenarios góticos, de que hayamos caído deslumbrados a la creatividad y virtuosismo de los otros grandes nombres del género (DMC, God Of War, próximamente Dante’s Inferno) los del título desarrollado por Kamiya (autor del propio DMC, y de joyas como Okami) no sólo no desmerecen, sino que saben participar de la vocación espectacular y personal del producto, se alían con el guión y su sentido del ritmo, y por ello nos da no sólo localizaciones atmosféricas, sino escenarios ideales para mover monstruos de dimensiones grotescas que aparecen y desaparecen tratando de imponer originalidad y que la aventura vivida no sea una más.
A medida que avanzamos y pasamos por encima de puntuales molestias (sí, los tiempos de carga, pero también hacernos a sus excesos y soportar sus repentinos retos tan diabólicos como inesperados), el producto va dando buena muestra de sus características, las explota y rentabiliza. Y vemos entonces otra vez cómo en estos plantamientos resulta determinante el guión, no como trama, sino como forma de organizar sus elementos. Este, con su excentricidad, va dando progresivamente cuerpo a una historia que sin duda merece la pena protagonizar.
En conclusión, puede que las referencias sean altas, que algunos se queden excesivamente aturdidos inicialmente... pero los amantes del moderno hack’n slash con ganas de tener nuevos retos y alicientes, tienen en Bayonetta una referencia que seguro dará que hablar en el futuro. Con un nombre ganado, esto difícilmente quede en un episodio aislado. Aunque por el camino, cuando esto se convierta en serie, se deje la originalidad que le ha dado sentido.