Juego de prestigio, saga eterna de vueltas y vueltas a la caza del hombre vampiro. Ahora, aprovechando el salto definitivo a las 3D, se retoma la idea desde las bases, volviendo al inicio mismo de la leyenda.
La existencia de puzzles de gran simpleza, suelen ser cuestiones menores que presentan interés cuando nos obligan a cruzar ciertos obstáculos en un determinado tiempo. Y todo en conjunto contribuye a esa permanente facilidad para engancharnos a la caza.
El catálogo de items por su parte, también nos devuelve a grandes conocidos, combinándose con más facilidad si cabe que anteriormente -y con la particularidad de que han de ser usados en tiempo real, sin opciones de sacarles rendimiento desde un menú en pausa-, disponiendo todos los elementos para lograr ese merecimiento del nombre que utiliza.
Pero con todas estas virtudes, la mejor es esa oscuridad en la que nos adentramos por entre una música orquestal que guía nuestro estado de ánimo, deseando ver con qué bestias nos encontramos tras cruzar el umbral de la puerta. Es eso lo que nos arroja al auténtico poder de Castlevania, y nos devuelve a lo mejor de un juego que encuentra en esta versión -al igual que sucedía con la franquicia de Super Contra- lo que en muchos sentidos podría considerarse como "el sueño del propio Castlevania". Aquello que podría haber aspirado a ser, de haber tenido los elementos técnicos, cuando hace casi veinte años apareció para hacernos miembros de una familia: La familia Belmont. Con ella o algún personaje cercano hemos recorrido la historia -incluyendo saltos futuristas como en Aria of Sarrow- para proseguir una lucha interminable con nuestro gran rival, con el cual en el fondo siempre tendremos una cierta unión. Un antagonista contra el que lidiar con el respeto que le da su inmortalidad, a la cual probablemente nunca venceremos.
Aunque nunca dejaremos de intentarlo.