En el amplio listado de creativos exhaustos por los escasos márgenes de su trabajo, una categoría en la que destacan figuras como Inafune (ex-Capcom) y en la que bien podían incluirse otras como Hideo Kojima (que en su caso no abandonó Konami, si bien en diversas ocasiones dio muestras de agotamiento), Yuji Naka tiene su cuota de protagonismo estos días: conocido por algo tan revolucionario como la creación de Sonic, juego que se alzó como mascota de la que fue una de las dos compañías que reinaban en los 16 bits, Naka ha explicado que tuvo que abandonar Sega víctima de la escasez de margen para dar sentido a su cargo de 'creativo'.
"Si me hubiera quedado en Sega, tendría que haber hecho sólo juegos de Sonic", relata, para llegar a un añadido incluso más triste: "ahora ya no he de hacer nada más de Sonic, lo cual me da una enorme libertad".
Víctima de su propia creación, la lógica pone en evidencia que con limitaciones así difícilmente se brindarán nuevas marcas a compañías que en su cerrazón parecen fiar su destino a las del pasado (creadas en momentos en que sí había margen para el atrevimiento).
Naka, que desde entonces ha variado de género como para dar con cosas como Let's Tap o Ivi The Kiwi? (con diversas similitudes con Sonic) cuenta también uno de los principales inconvenientes para poder desarrollar con libertad en la que es precisamente la tecnología que muchos entendían daría más terreno a la autoría: en los videojuegos para móviles "los que empiezan ponen los juegos en el mismo mercado", cosa que da más dificultades a la hora de destacar con proyectos de mayores dimensiones.
Como buena muestra de sus rasgos clásicos, Naka remata sus declaraciones explicando por qué sigue apostando por los juegos con reto: "mis juegos siguen basados en la habilidad porque soy un creador de la antigua escuela, entiendo la importancia de la acción, de perder y ganar y de cómo eso afecta a las emociones del jugador, por eso quiero crear juegos donde ganes experiencia".