Dicen por ahí, que Sonic será un personaje jugable del nuevo Mario Galaxy. La noticia, para los que tienen unos años -aún curados en espantos-, suena delirante: el título más emblemático de la compañía probablemente más emblemática, acogiendo en sus mundos virtuales a la mascota rival. Vamos, que la noticia podrá confirmarse con fedatario público, pero uno cree que es delirio de los gordos, que a alguien le ha dado por probar eso que en estos tiempos se llama publicida viral y que en el pasado conocíamos como tomadura de pelo.

En cualquier caso, sería el último peldaño que le quedaría por recorrer al puercoespín azul, algo que, a su velocidad, es comprensible que acabe llegando. De las conversiones de sus juegos a todo tipo de soportes a la participación olímpica con los colegas de Nintendo, lo hemos visto todo. Y lo planteen como lo planteen, da pena.

Que Mario y Sonic ahora sean colegas enrollados y que sus personajes compitan en las entre ellos (sin entrar en lo surrealista del cruce, que Mario dispute 100m de velocidad con el bicho azul y su potencia supersónica tiene bemoles) no puede gustar a quienes durante años se afiliaron a una u otra corriente, identificándose con Nintendo o Sega, las dos compañías con consola en el pasado. Acabar con una o con otra tenía entonces mucho de decisión que obligaba a defender ciertas cosas, y una de ellas eran sus mascotas.

Incluso quienes disfrutaban con ambos juegos, tenían un favorito. Algo justo vistas sus diferencias. Sonic tenía algo más de decorados rematados, una atmósfera más rica y propia de los 90, más cargada y vistosa que la de un Mario que trataba de ser fiel al minimalismo de los 8 bits. El puercoespín además era rápido y, en los episodios equilibrados (que no fueron muchos) la velocidad frenética y el control era una utopía lograda.

Mario por el contrario parecía más “plano”, más limitado. Su evolución desde las raíces del videojuego y la fidelidad a sus señas de identidad lo hacían aparecer más acartonado. Pero nada más lejos de la realidad: desde el primer Mario Bros., un juego que en sus sucesivas reediciones ha vuelto a enganchar a jugadores una y otra vez, descubría el potencial de sus movimientos, de sus pantallas y el encanto de un mundo que inicialmente parecía menor. Hasta en la monocroma gameboy, Mario Land se hizo título de culto de gran rejugabilidad a pesar de sus limitados gráficos.

Para qué engañarse, quien escribe estas líneas siempre defendió a Mario. Aunque hubo algún Sonic apoteósico, alguno para levantarse y aplaudir. Hasta la versión Gamegear se convirtió en un motivo (uno de los pocos) para adquirir una consola cuyo catálogo nunca estuvo a la altura de su consumo de pilas (antes había estado la Lynx y… bueno, eso es liarse con otro tema).

La cosa es que el Sonic convertido en mercenario por la desdicha de Sega, el “buen rollo” de pasearse por consolas de Nintendo con dedicación y como si las intrusas Ps3 y Xbox 360 fueran las verdaderas culpables (no en vano con Nintendo compitió, pero la que lo finiquitó fue la irrupción de Psx machacando a una Saturn desvalida) a veces hace pensar en lo auténticamente triste de la escena. Entre otras cosas porque tiene algo de derrota que parece traducirse así en resultados: Mario ha protagonizado regresos memorables, un Galaxy único, y Sonic sigue hablando de reinvención mientras solo ha visto entregas con serios problemas de manejo y una trama demasiado emponzoñada de culebrones argumentales. Además con ambos personajes se ha abusado, pero aparte de las sagas oficiales, Mario Kart ha podido independizarse con éxito, mientras Sonic se ha desdibujado y perdido peso.

A pesar de todo lo dicho, hay algo más triste aún: al seguidor de modernas mascotas posiblemente el tema se la rempampimfle. Solo el veterano estará, o comulgando con servidor de la superioridad de Mario, o maldiciendo este post y a su autor en arameo. Algo que a quien escribe estas líneas le refuerza la nostalgia de otros tiempos y sus enfrentamientos entrañables.