El rol occidental y el japonés llevan años inmersos en una guerra fría harto beneficiosa para los jugadores, ya que el duelo de superación constante ha ofrecido grandes giros de tuerca en forma de títulos míticos. Actualmente, la vertiente más tradicional ha alcanzado la infinitud del universo con Mass Effect 2 -si se obvia su primera entrega y sus mecánicas un tanto irregulares, claro está, mas esta peculiar carrera espacial "videojueguil" ya la ganó Oriente hace bastantes años; en una década dominada por mundos de fantasía que empezaban a rezumar ñoñería, la desarrolladora tri-Ace se salió de los tópicos con Star Ocean, una odisea que transcurría allende la Vía Láctea. Tras múltiples secuelas de mayor o menor éxito, ha llegado el momento de descubrir los orígenes que motivaron a los preadolescentes con tendencias anime a convertirse en exploradores de las estrellas.
The Last Hope -International- narra la búsqueda de la humanidad en pos de un nuevo hogar en el universo después de que la tercera Guerra Mundial haya convertido la Tierra en un desguace para las razas vecinas. La primera operación de esta índole consiste en enviar cinco naves al hiperespacio para explorar planetas cercanos y confirmar que sus superficies se encuentran exentas de cualquier indicio de hostilidad. Uno de los elegidos para la misión es Edge Maverick, un jovenzuelo inquieto y testarudo que podría haber sacado matrícula de honor en la Academia de Estereotipos.
El tópico del viaje iniciático de la adolescencia a la madurez regresa una vez más para noquear definitivamente a todos aquellos que esperaban una evolución de la narrativa del rol japonés. Ilusos. El tono épico de la premisa -que acaba perdida en algún agujero negro- se ve constantemente interrumpido por conversaciones vacías de contenido, largas secuencias cinemáticas que erradican todo intento de acción y personajes planos y desquiciantes. Un claro ejemplo del guión precario transcurre durante el despegue inicial, cuando Maverick conoce a su contacto terrestre, una jovenzuela -¡qué precoces serán las generaciones futuras!- excesivamente hiperactiva que suelta piropos en lugar de consejos.
Las primeras horas de juego pueden resultar un tanto aburridas debido a su ritmo pausado y metódico, pero el sistema de batalla logra insuflar una buena dosis de acción a la exploración en la jungla. Los combates transcurren en tiempo real y el jugador sólo puede controlar a un personaje a la vez, relegando el resto del plantel a la IA. El título adolece de una mecánica parecida a los gambitos de Final Fantasy XII que garantice un componente táctico para la división de los miembros del equipo, pero al menos los subalternos saben cumplir su cometido mientras su jefe está intercambiando opiniones con el líder de los enemigos.
Los enfrentamientos llegarán a ser extremadamente difíciles si el jugador confunde el término "estrategia" con el de "aporrear botones para ver qué pasa". La clave para salir indemne de esta danza peculiar consiste en marcar el paso de baile con las herramientas disponibles para confundir al rival y dejar que sea él solito quien caiga en la red de la perdición. Por ejemplo, las fintas permiten esquivar los embistes enemigos y contraatacar por la espalda mientras que las habilidades especiales pueden enlazarse con ataques normales para garantizar una mayor efectividad.
¡Más difícil todavía! Si los muchachuelos cumplen ciertas condiciones durante la batalla, la barra de bonificaciones se irá llenando con medallas cromáticas que simbolizan cuantiosos premios para el final de la contienda: más dinero, recuperación de energía... No obstante, todas las recompensas desaparecerán si el jugador es dañado por el enemigo... a no ser que éste se haya cuidado de juntar cadenas de colores que atenúen la pérdida trágica.