La consola portátil de Sony se ha convertido en el buque insignia de un nuevo tipo de experiencia cooperativa: Monster Hunter, God Eater, Phantasy Star... En todos estos títulos, emprender las misiones en solitario equivaldría a practicar el suicidio indirecto, ya que las bestias y obstáculos sólo pueden ser vencidos mediante una estrategia hilvanada a cuatro manos, o a seis, o a ocho... Unirse con hasta tres amigos no es una necesidad, sino una agradable aventura cuya amenaza más temible no son los titanes que pueblan sus peculiares mundos, sino la ausencia de un modo online. Algo que debería ser tan simple pasa a ser un privilegio social que evita que estos juegos alcancen el éxito merecido.
Dynasty Warriors: Strikeforce apareció para PSP hace un año y también adolecía de la posibilidad de jugar con los amigos mediante algún sistema online, restringiendo su audiencia potencial. Por suerte, KOEI ha tomado cartas del asunto y se ha encargado de que la actual adaptación para Xbox 360 y PlayStation 3 tenga todo lo necesario para que nadie se quede atrás, desde aliados controlados por la IA del juego para los solitarios hasta servidores para unirse tanto con conocidos como con perfectos extraños.
La historia permanece intacta: de nuevo la desarrolladora japonesa sitúa al jugador en la convulsa China de los Tres Reinos, donde la reunificación es el objetivo de tres facciones seleccionables. Cada bando tiene su propia trama y personajes, héroes cuasi-divinos que entrega tras entrega han ido ampliando el repertorio inicial hasta tal punto que cada nuevo título requiere de una enciclopedia -con anexos y todos- que ate los cabos a los recién llegados. Lo interesante de Strikeforce es que aunque mantiene la filosofía de batallas "el protagonista contra un tercio de la población china" añade una serie de ingredientes inspirados en Monster Hunter y asociados.
Por ejemplo, el jugador accederá a las misiones a través de una aldea que hace las veces de base central. Los establecimientos locales satisfarán las necesidades del típico héroe de la mitología china: la herrería forjará nuevo armamento y mejorará el existente, la tienda ofrecerá objetos para recuperarse durante las batallas, el templo organizará a los amigos para futuras misiones y el anciano molestará con mensajes tutoriales encubiertos... Aunque al principio la cantidad de posibilidades puede apesadumbrar, el título se encarga de dosificar las novedades a partir de un ingenioso sistema de recopilación de materiales.
Las misiones son pequeñas dosis de una media hora de duración -mucho menos si se emprenden en compañía- que transcurren en estancias interconectadas. Los objetivos van desde eliminar a un líder de una banda de forajidos hasta enfrentarse a una bestia gigantesca, y siempre habrán tareas opcionales dispuestas a recompensar a los más valientes. KOEI ha asegurado que la versión para PS3 y 360 incluye nuevos niveles, tanto en el propio disco como en futuras descargas digitales. Resulta desconcertante que en esta ocasión, la desarrolladora haya eliminado el cooperativo a pantalla partida, un añadido que nunca faltaba en ningún Dynasty Warriors y que irónicamente ha hecho un mutis en la única entrega donde hubiese tenido una razón de ser.
El problema principal que puede acarrear la simplificación de las misiones es que las batallas pierdan su factor épico, ya que los escenarios cerrados impiden enfrentamientos masivos donde a veces es mejor pensar en una estrategia que seguir machando botones. Esta "involución" estaba completamente justificada en su versión original para PSP debido a las limitaciones gráficas de la misma, pero sus adaptaciones de sobremesa no tienen derecho a escudarse bajo ningún pretexto. Al fin y al cabo, ¿de qué serviría poder unirse con tres amigos si luego la amenaza de turno podría ser vencida en solitario? Una duda más temible que todas las idas y venidas que han sufrido los Tres Reinos a lo largo de esta veterana franquicia se cierne sobre el presente título.